Hoy día en cualquier
conversación que cada uno de nosotros tiene sobre lo que nos toca observar,
reflexionar, pero sobre todo vivir se cuela la siguiente frase: ¡Ya no existen
los valores! Frase que se ha convertido en máxima; misma que, sin duda alguna, acarrea consigo un
sentimiento de conformismo pesimista. ¿A qué me refiero con ese sentimiento? A
ese momento o lugar donde las personas
que lo pronuncian y aquellos que escuchan
susodicha frase lo perciben como un diagnóstico de alguna enfermedad
terminal. La reacción que sigue es la de aceptación pasiva, dado que, pareciera
que todo está perdido, que no existe una luz de esperanza o remedio para
revertir el diagnóstico. Se conforma con lo que tiene y a su vez aniquila todo
intento no sólo de saber sino también de actuar, de ahí que digamos que es un
conformismo pesimista.
Dicha actitud se convierte
en perniciosa porqué tal pareciera que
ese conformismo pesimista nos impide actuar, incluso para saber la razón o el por qué de nuestra
circunstancia actual. La filosofía que en su médula ósea lleva marcada la tarea de buscar la verdad nos puede orientar en la faena que se torna ineludible
ante lo delicado e importante que resulta atender nuestro presente para ofrecer
mejores condiciones de vida en el futuro y, por supuesto, para nuestro
presente. Sin duda alguna, el futuro que será en un tiempo nuestro presente
estará marcado por lo que se realiza hoy y que en esa proyección será nuestro
pasado.
Para curarnos de esa máxima
que versa: “Quién no conozca su historia está condenado a repetirla”, es pues,
necesario ahondar en el trasfondo de la frase que hemos señalado en la tercera
línea de este escrito para que una vez expuesto el por qué ofrecer alternativas a dicha realidad que
provoca ese sentimiento que hemos identificado como conformismo pesimista. Con
el análisis filosófico que se realice se procura reconocer tal sentimiento para que en la
medida de lo posible poder modificar nuestra conducta y con ello lograr
conocernos mejor. Ello nos permitirá
potencializar los cambios que pueden ocurrir en nuestro entorno y así
dejar ver claramente cuáles son los proyectos que se construyen a fin de
mejorar las condiciones en las que hoy se está dando la vida. Sin nada más que
agregar damos paso a nuestro análisis.
Del génesis valorativo
En primer lugar cabe ubicar
el origen de los valores, dado que eso nos
permitirá observar lo que ha motivado al hombre a ponerlos en el
horizonte de su máxima realización no sólo personal sino colectiva. Los valores
son varios y en mi opinión, no considero que exista una jerarquía, más bien,
considero que se encuentran entrelazados
formando una red circular que nos impide visualizar en donde está el inicio y
donde el final. Valorar si uno es más importante que el otro es restar
importancia a su esencia y perder el tiempo en vaguedades, ya que, la
honestidad tiene el mismo peso que la justicia.
No se podría ser justo si no existe la
honestidad para decirlo, pero sobre todo para actuar conforme justicia. Porque
bien podríamos saber si existe una justicia con referente a un hecho y bien no
actuar conforme lo dicta la justicia, por ello no puedo decir que uno sea más
importante que otro. Aquí resulta sumamente provechoso detenernos a reflexionar
sobre la forma en cómo ha venido mostrándose el hombre a lo largo de la
historia. Me ha tocado escuchar la pregunta de qué han hecho los intelectuales,
sabios para cambiar la forma en cómo se ve el mundo, profundizando un poco más
con la pregunta podemos enunciarla de la siguiente forma: ¿De qué nos ha
servido el conocimiento, si nos encontramos con que hasta ahora no hemos podido
vivir en condiciones dignas (y aquí no sólo me refiero a nuestro país sino a
todo el planeta)?
Existen dos modos en los que
la educación, en un sentido muy general, se ha dado. La primera refiere a la
tradición oral. En ella encontramos no sólo una descripción del mundo sino
también una valorización de él. Dentro de la valorización se pondera una idea
de hombre con elementos teológicos. Baste recordar que las primeras culturas practicaban
el politeísmo y que a partir de esta creencia dotaban de sentido al mundo y su
hacer. Las figuras de autoridad que aparecieron fueron los magos, los
sacerdotes y los poetas.
La segunda refiere a la tradición escrita, afortunadamente
encontramos pluralidad de escritos desde diferentes latitudes. Desde los
sumerios pasando por los egipcios hasta los
griegos. En ellos se puede encontrar las primeras formas de trascender el
tiempo y que éstos sirvieran para dejar más que un recuento de su época una
herencia. Dentro de los primeros libros encontramos relatos que tienen que ver
con el derecho, la autoridad y los relatos de cómo fue surgiendo el mundo. Por
nombrar algunos existe la epopeya de Gilgamesh y el libro de Hammurabi de donde
se extrae la muy conocida “ley del
Talión”. Con respecto al paso de la tradición oral a la escrita existe un
pasaje bíblico que nos puede resultar de referencia, donde se narra la petición
de Moisés para que Dios mandase las leyes que servirán de guía para el pueblo
liberado.
La tradición oral apareció
en un primer momento, antes que las culturas desarrollaran la escritura, aunque
incluso no todas las personas sabían leer y escribir. Esto también ocurría en
el Medioevo, donde la tradición oral era
propia de algunos pueblos e incluso en estos tiempos el analfabetismo no se ha
podido erradicar del todo. Esto no quiere decir que las personas no participen
de la tradición escrita pero ponderan sobre todo los discursos que se emiten
bajo herramientas como la radio y la televisión.
¿Qué tiene que
ver esto con lo que venimos desarrollando? Primero que nada, que en las
dos formas en las que el hombre se ha servido para trasmitir valores y
conocimientos han existido personajes con autoridad que han conferido un saber
a los demás. Los ancianos son los que ocupan la palabra para dirigirse a los
demás en algunos grupos en otros es el mago, el sacerdote y el poeta. Y dentro
de la tradición escrita están desde los pensadores libres y los filósofos. En
cada uno de ellos se centra la preponderancia de mejorar el estado en el que
vive. En este sentido podemos dar respuesta a la pregunta de la faena social
que han hecho los intelectuales. No es que no hayan aportado nada, es el hecho
de que muchas veces no se les toma en consideración para pensar su
circunstancia y preocuparse por ellos mismos.
Sócrates es un personaje
central en esto que venimos reflexionando, dado que este personaje pasa a la
historia del pensamiento no sólo filosófico sino universal, dado que, su ethos o forma de ser tiene que ver con el conocimiento de sí mismo
a partir del diálogo que sostiene con sus conciudadanos. Tomando en cuenta la
referencia platónica en el diálogo que lleva por nombre La Apología, el héroe intelectual personificado por el mismísimo Sócrates
sostiene ante sus acusadores y aquellos de quién depende la condena que su
misión no ha sido otra que la impuesta por los Dioses, la de incitar a los
demás a conocerse a sí mismos. Haciendo valer la sabiduría délfica que miles de
griegos encontraban en su viaje de búsqueda y oración. ¿Quién es Sócrates? No
es otra persona que el que se preocupa por que los demás se preocupen por sí
mismos y en su faena el encuentra la sabiduría del saber parco, casi nulo ¿a
qué saber se refiere? Al saber que no sabe nada.
Y aquí podemos cerrar este
pequeño apartado tomando como referencia este punto del saber que no se sabe.
Partir de este punto no tendría que entenderse negativamente sino todo lo
contrario, es la ignorancia la que nos debe permitir la búsqueda del saber. Si no reconocemos
nuestra ignorancia nunca tendremos por nuestra propia cuenta las razones de
porque las cosas son así, siempre dejaremos que los demás se encarguen de
informarnos. Paralelo a esto, mucho tiempo después Kant en su ensayo ¿Qué es la ilustración? hará la
exhortación a sus conciudadanos a valerse de su propia razón, es decir, a
atreverse a pensar por sí mismos, a liberarse de la tutela de sus antecesores
para conseguir la autonomía. Cuando Sócrates interpelaba para conocer la
justicia, la belleza, lo bueno no era simplemente por el hecho de conocerlas
sino para que en la inclinación de éstas poder ver lo que es el hombre.
Las
fuentes de los valores
Lo valores se originan en el
momento en que la convivencia humana trasciende la inmediata sobrevivencia y
empieza a vislumbrarse otro tipo de organización dentro de la estirpe. Cuando
el hombre ha superado el modo en cómo sobrevive surge el ocio y en él el
espacio para poder pensar sobre los modos idóneos de la convivencia humana. El
ocio es el espacio donde el hombre no se ve forzado a preocuparse por las
cosas, sino que lo hace desinteresadamente. En ese desinterés puede reconocer
las cosas tal y como son. ¿Cómo explicamos esto? En la cotidianidad las cosas
adquieren un valor en tanto que las ocupamos para algo, son utensilios que nos
ayudan a lograr lo que pretendemos realizar, entonces las cosas se traducen en
su valor de uso. Y es en el ocio donde las cosas se muestran como lo que son:
cosas. Y el hombre se sirve de ese espacio para inquirir sobre las cosas, no ya
en su utilidad, sino en lo que verdaderamente son.
Con lo anterior, no
solamente nos referimos a las cosas sino a todo lo que suscita una preocupación
del hombre. Si al hombre en un momento le preocupa la convivencia humana y las
formas, el ocio le permite indagar sobre los modos idóneos de convivencia que
rinde sus frutos tanto en la tradición oral y escrita que hemos señalado.
Un elemento histórico que
nos permite observar este hecho es la literatura universal. En la obras de
Homero, Hesiodo y Esopo podemos encontrar los elementos propicios para
enfatizar el modelo de conducta que proponía el hombre de aquella época. La
Biblia en el relato de Moisés hace evidente la necesidad de una orientación
sobre el comportamiento de un pueblo, así los mandamientos son entregados al
hombre. Así mismo en los poemas de Nezahualcoyotl podemos encontrar elementos
que pueden considerarse parte de la educación que transmite valores a las
presentes y próximas generaciones.
Estos tres ejemplos que, por
supuesto, no son los únicos sirven como
guías de orientación para dejar ver que los valores no es algo que esté de moda
sino que es una tarea que se ha dado el hombre realizar para el mejoramiento de
la convivencia humana y todavía a algo más profundo aún: la persona. En segundo
lugar, podemos decir que los valores no los crean personas ajenas a la
comunidad sino que son las mismas personas implicadas en la convivencia las que
gracias a la reflexión han dado con los valores como quien escarba en una mina
ha dado con un metal preciado. Aquí se puede destacar la labor del filósofo,
del poeta, del mago que abstrayéndose del ir y venir de las cosas ocupa su
tiempo en escarbar en el fondo de las cosas para sacar a flote lo mejor del asunto. Así resultan los valores, un
esfuerzo intelectual que nos permite observar que el hombre puede pulir su
especie a partir no sólo del conocimiento de los valores sino del hábito de
ellos.
Se dice comúnmente que
existen tres escuelas que son: la casa, la escuela y la calle, que bien podemos
nombrarlas como familia, formación y sociedad. Pues bien, alguien dirá que aquí
si es posible establecer una jerarquía. Lamento desilusionar tal pretensión,
dado que, las tres escuelas o esferas de la vida están íntimamente ligadas entre
sí, la familia no es si no se encuentra en relación con otras formando -incluso
en el nivel más básico de convivencia que es el compartir una ubicación
geográfica - una comunidad o sociedad. Así mismo la escuela no tendría razón de
ser si no existieran familias que educar en pos de realizarse en una sociedad
que finca sus esfuerzos por procurar individuos que se dedique a tal tarea.
Hay otra frase que se
escucha en el mismo tono que la primera y es la siguiente: “En la casa se
enseñan los valores” Responsabilizar a la familia de todos los malestares de la
sociedad no es el principal móvil para dar cuenta de todos nuestros problemas
ni tampoco habría que hacer de la familia el chivo expiatorio. Lo anterior
resulta hasta ridículo dado que la familia se alimenta de ella misma pero
también del contacto que tiene con las otras dos esferas mencionadas. La
escuela que no siempre ha estado ahí, no
habría que verla como la única forma que ha tenido el individuo de encontrar
una realización, ha estado también cumpliendo esa tarea la iglesia, otros
cultos, el arte, el teatro, la música, las leyes y hasta las mismas formas de
gobierno que se han dado históricamente.
La familia se encuentra
interrelacionada y ella no es sin las otras dos. Los mismos individuos que
forman parte de la esfera familiar son los mismos que conforman las otras dos
esferas. La historia como gran maestra de nuestro caminar nos permite observar
que en la antigüedad el griego no hacía una distinción entre individuo y
ciudad, ya que, la ciudad era el reflejo de los ciudadanos. Era por ello que se
preocupaban por la educación y la
política. Ejemplos de tal enmienda la encontramos en los personajes de Sócrates
y Platón. Como la ciudad era la morada
de los individuos se procura que los ciudadanos que la habitan cumplan con sus
funciones para perpetuarla. Existía una conexión íntima entre ciudadano y
ciudad. Como acontecimiento histórico cabe mencionar el de Sócrates. Cuando él
fue condenado a beber la cicuta sus amigos le ofrecieron fugarse e irse al
extranjero. Sócrates rechaza tal propuesta señalando magistralmente que él se
considera un amante de su ciudad y, por tanto, de sus leyes. Y que si sus leyes
lo habían juzgado lo único que tendría que hacer es aceptar el castigo que
imponen sus leyes.
En los tiempos que corren
existe una separación entre individuo y sociedad. Hoy día se protege la
intimidad que cada familia tiene derecho a tener. Se puede ser un buen
ciudadano de cualquier lugar si se paga los impuestos, si no se corrompe
ninguna ley, pero ello no quiere decir que se participa en lo que la sociedad
es. Lo anterior no es así de simple. Cualquiera podrá decir que si quiero o no
participo, por dar un ejemplo, de los honores patrios. Quizá por profesar un
culto religioso o simplemente por no encontrar en ellos una relevancia a su
persona. Pero, sucede algo en ese ejemplo que es importante señalar y es el
siguiente: si no se participa de los valores civiles que se han señalado cabe
preguntarse si esa persona no ha hecho un esfuerzo mínimo por preguntarse qué
es lo que hace posible que el pueda gozar de un nombre, de una vivienda, de una
nacionalidad entre otras cosas. ¿Acaso no sería la misma pertenencia a una
nacionalidad lo que le permite nacer con derechos? Así pues no nacemos libres
en un sentido absoluto, lo hacemos bajo el amparo de leyes que nos señalan como
individuos cargados de una tradición. Decir entonces que no participo de lo que
los demás hacen es ir nadando en contracorriente, dado que, el bien colectivo
se hace pensando, también, en el bien personal.
Por tanto, aunque cada
familia pueda hacer lo que le plazca en su intimidad no podemos aislarla de lo
que nos incumbe como comunidad. Si nosotros procuramos familias aisladas
crearemos personas indiferentes a los que nos pasa. Decir que los demás están
mal es de las formas más fáciles y
sencillas de dar respuesta a lo que nos acontece. Lo que resulta más complicado
es observar nuestro propio desenvolvimiento en la sociedad y la forma en cómo actuamos.
Párrafos arriba mencionaba que son los mismos grupos de familia lo que dan vida
a nuestra sociedad, si damos cuenta de que no existen valores entonces daremos
con qué la familia no cuenta con valores. Ahora bien, una cosa es que los
integrantes de la sociedad procedan de las familias que existen y otra muy
distinta la forma en cómo nos educamos como familia.
Anteriormente se mencionaba que han existido
varios modos en los cuales la familia ha podido encontrar una orientación para
su desarrollo. Ahora en la actualidad siguen existiendo esos modos pero ahora
que la sociedad ha venido gestándose bajo el amparo de instituciones, tenemos,
pues, que dar con la necesidad misma de esos órganos que no es otra cosa que
dar cuenta de su por qué. En otras palabras tenemos que averiguar el por qué de
tales instituciones. Podemos mencionar al DIF, SEDESOL, CNDH y algunas
instancias jurídicas que velan por la seguridad del menor, de la mujer, así
como otras ONGs, AC, etc. Estás instituciones que no son las únicas dan
respaldo legal a las personas para que puedan hacer valer sus derechos, y gozar
su dignidad. Cabe agregar que no sólo es el respaldo legal sino que mediante la
aplicación de programas apoyan e informan a las familias de modos idóneos de
convivencia e integración bajo el ideal democrático. La SEP es otra institución
que funge con esta tarea tan importante. A nivel internacional podemos
mencionar la UNESCO.
Existen todavía comunidades
que el acceso a este tipo de instituciones es casi nulo debido a muchas
condiciones que no profundizaremos, pero espero que en los próximos años el
acceso a este tipo de institucionalice pueda ser factible para que las familias
participen de lo que hoy como institución la familia haga valer sus derechos
que como seres humanos se han garantizado.
Reflexiones
finales
El asunto de la educación
familiar no es una cosa sencilla, es menester ocuparnos en esa tarea con el
firme compromiso de que lo que queremos para nosotros lo que queremos para los
demás, por ello debemos cavilar lo que es la justicia, lo bueno y demás valores
que pueden sostener los pilares –recordemos- no sólo de la familia sino de la
sociedad. Debe entenderse que no es nostalgia el hecho de voltear hacia los
griegos sino que pretendemos que en esta búsqueda los griegos nos interpelan en
tanto, que sirven como experiencias vitales que han permitido y nos siguen
permitiendo indagar sobre las formas idóneas de convivencia humana.
Este ensayo, por sí mismo,
no es conclusivo sino que intenta aproximarse a un fenómeno del que parece ser
que sólo pueden ocuparse psicológos y juristas. El fenómeno familia tiene que
ver primariamente con el primer contacto que tenemos con el mundo, pues,
nacemos en una familia –en el mejor de los casos- que profesa un culto, cuenta
con una identidad (nacionalidad, género, apellido) y tiene proyectos, por
tanto, la familia nos envuelve en una esfera desde la que observamos a las
distintas formas que se desenvuelven en un espacio geográfico. Hoy día que la
información fluye y casi no conoce de límites podemos darnos cuenta de otras
formas de organización que guardan conceptos como lo es el de la familia que no
solamente sirve para encontrar la sobrevivencia sino la convivencia misma.
Indagar sobre lo que nos
puede resultar más provechoso es lo que procura este humilde ensayo, porque yo
mismo me he encontrado en la situación de querer formar una familia que haga
valer lo que se ha pensado para contar con las herramientas que permitan
colaborar para que la justicia, lo bueno y lo bello formen parte del habito
familiar. Así pues, esto es una invitación para que llevemos al terreno del
pensamiento y la reflexión una de las cosas que nos hacen ser lo que somos como
especie: la humanidad.
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