miércoles, 10 de diciembre de 2014

De la trillada crisis de valores




Hoy día en cualquier conversación que cada uno de nosotros tiene sobre lo que nos toca observar, reflexionar, pero sobre todo vivir se cuela la siguiente frase: ¡Ya no existen los valores! Frase que se ha convertido en máxima; misma  que, sin duda alguna, acarrea consigo un sentimiento de conformismo pesimista. ¿A qué me refiero con ese sentimiento? A ese momento o lugar donde  las personas que lo pronuncian y aquellos que  escuchan  susodicha frase lo perciben como un diagnóstico de alguna enfermedad terminal. La reacción que sigue es la de aceptación pasiva, dado que, pareciera que todo está perdido, que no existe una luz de esperanza o remedio para revertir el diagnóstico. Se conforma con lo que tiene y a su vez aniquila todo intento no sólo de saber sino también de actuar, de ahí que digamos que es un conformismo pesimista.

Dicha actitud se convierte en perniciosa porqué  tal pareciera que ese conformismo pesimista nos impide actuar, incluso  para saber la razón o el por qué de nuestra circunstancia actual.  La filosofía  que en su médula ósea lleva marcada la  tarea de buscar la verdad nos puede  orientar en la faena que se torna ineludible ante lo delicado e importante que resulta atender nuestro presente para ofrecer mejores condiciones de vida en el futuro y, por supuesto, para nuestro presente. Sin duda alguna, el futuro que será en un tiempo nuestro presente estará marcado por lo que se realiza hoy y que en esa proyección será nuestro pasado.

Para curarnos de esa máxima que versa: “Quién no conozca su historia está condenado a repetirla”, es pues, necesario ahondar en el trasfondo de la frase que hemos señalado en la tercera línea de este escrito para que una vez expuesto el por qué  ofrecer alternativas a dicha realidad que provoca ese sentimiento que hemos identificado como conformismo pesimista. Con el análisis filosófico que se realice se procura  reconocer tal sentimiento para que en la medida de lo posible poder modificar nuestra conducta y con ello lograr conocernos mejor. Ello nos permitirá  potencializar los cambios que pueden ocurrir en nuestro entorno y así dejar ver claramente cuáles son los proyectos que se construyen a fin de mejorar las condiciones en las que hoy se está dando la vida. Sin nada más que agregar damos paso a nuestro análisis.


Del génesis valorativo

En primer lugar cabe ubicar el origen de los valores, dado que eso nos  permitirá observar lo que ha motivado al hombre a ponerlos en el horizonte de su máxima realización no sólo personal sino colectiva. Los valores son varios y en mi opinión, no considero que exista una jerarquía, más bien, considero que se encuentran  entrelazados formando una red circular que nos impide visualizar en donde está el inicio y donde el final. Valorar si uno es más importante que el otro es restar importancia a su esencia y perder el tiempo en vaguedades, ya que, la honestidad tiene el mismo peso que la justicia.

 No se podría ser justo si no existe la honestidad para decirlo, pero sobre todo para actuar conforme justicia. Porque bien podríamos saber si existe una justicia con referente a un hecho y bien no actuar conforme lo dicta la justicia, por ello no puedo decir que uno sea más importante que otro. Aquí resulta sumamente provechoso detenernos a reflexionar sobre la forma en cómo ha venido mostrándose el hombre a lo largo de la historia. Me ha tocado escuchar la pregunta de qué han hecho los intelectuales, sabios para cambiar la forma en cómo se ve el mundo, profundizando un poco más con la pregunta podemos enunciarla de la siguiente forma: ¿De qué nos ha servido el conocimiento, si nos encontramos con que hasta ahora no hemos podido vivir en condiciones dignas (y aquí no sólo me refiero a nuestro país sino a todo el planeta)?

Existen dos modos en los que la educación, en un sentido muy general, se ha dado. La primera refiere a la tradición oral. En ella encontramos no sólo una descripción del mundo sino también una valorización de él. Dentro de la valorización se pondera una idea de hombre con elementos teológicos. Baste recordar que las primeras culturas practicaban el politeísmo y que a partir de esta creencia dotaban de sentido al mundo y su hacer. Las figuras de autoridad que aparecieron fueron los magos, los sacerdotes y los poetas.

 La segunda refiere a la tradición escrita, afortunadamente encontramos pluralidad de escritos desde diferentes latitudes. Desde los sumerios pasando por los egipcios  hasta los griegos. En ellos se puede encontrar las primeras formas de trascender el tiempo y que éstos sirvieran para dejar más que un recuento de su época una herencia. Dentro de los primeros libros encontramos relatos que tienen que ver con el derecho, la autoridad y los relatos de cómo fue surgiendo el mundo. Por nombrar algunos existe la epopeya de Gilgamesh y el libro de Hammurabi de donde se extrae  la muy conocida “ley del Talión”. Con respecto al paso de la tradición oral a la escrita existe un pasaje bíblico que nos puede resultar de referencia, donde se narra la petición de Moisés para que Dios mandase las leyes que servirán de guía para el pueblo liberado.

La tradición oral apareció en un primer momento, antes que las culturas desarrollaran la escritura, aunque incluso no todas las personas sabían leer y escribir. Esto también ocurría en el Medioevo, donde  la tradición oral era propia de algunos pueblos e incluso en estos tiempos el analfabetismo no se ha podido erradicar del todo. Esto no quiere decir que las personas no participen de la tradición escrita pero ponderan sobre todo los discursos que se emiten bajo herramientas como la radio y la televisión.

 ¿Qué tiene que  ver esto con lo que venimos desarrollando? Primero que nada, que en las dos formas en las que el hombre se ha servido para trasmitir valores y conocimientos han existido personajes con autoridad que han conferido un saber a los demás. Los ancianos son los que ocupan la palabra para dirigirse a los demás en algunos grupos en otros es el mago, el sacerdote y el poeta. Y dentro de la tradición escrita están desde los pensadores libres y los filósofos. En cada uno de ellos se centra la preponderancia de mejorar el estado en el que vive. En este sentido podemos dar respuesta a la pregunta de la faena social que han hecho los intelectuales. No es que no hayan aportado nada, es el hecho de que muchas veces no se les toma en consideración para pensar su circunstancia y preocuparse por ellos mismos.

Sócrates es un personaje central en esto que venimos reflexionando, dado que este personaje pasa a la historia del pensamiento no sólo filosófico sino universal, dado que, su ethos o forma de ser  tiene que ver con el conocimiento de sí mismo a partir del diálogo que sostiene con sus conciudadanos. Tomando en cuenta la referencia platónica en el diálogo que lleva por nombre La Apología, el héroe intelectual  personificado por el mismísimo Sócrates sostiene ante sus acusadores y aquellos de quién depende la condena que su misión no ha sido otra que la impuesta por los Dioses, la de incitar a los demás a conocerse a sí mismos. Haciendo valer la sabiduría délfica que miles de griegos encontraban en su viaje de búsqueda y oración. ¿Quién es Sócrates? No es otra persona que el que se preocupa por que los demás se preocupen por sí mismos y en su faena el encuentra la sabiduría del saber parco, casi nulo ¿a qué saber se refiere? Al saber que no sabe nada.

Y aquí podemos cerrar este pequeño apartado tomando como referencia este punto del saber que no se sabe. Partir de este punto no tendría que entenderse negativamente sino todo lo contrario, es la ignorancia la que nos debe permitir  la búsqueda del saber. Si no reconocemos nuestra ignorancia nunca tendremos por nuestra propia cuenta las razones de porque las cosas son así, siempre dejaremos que los demás se encarguen de informarnos. Paralelo a esto, mucho tiempo después Kant en su ensayo ¿Qué es la ilustración? hará la exhortación a sus conciudadanos a valerse de su propia razón, es decir, a atreverse a pensar por sí mismos, a liberarse de la tutela de sus antecesores para conseguir la autonomía. Cuando Sócrates interpelaba para conocer la justicia, la belleza, lo bueno no era simplemente por el hecho de conocerlas sino para que en la inclinación de éstas poder ver lo que es el hombre.

Las fuentes de los valores

Lo valores se originan en el momento en que la convivencia humana trasciende la inmediata sobrevivencia y empieza a vislumbrarse otro tipo de organización dentro de la estirpe. Cuando el hombre ha superado el modo en cómo sobrevive surge el ocio y en él el espacio para poder pensar sobre los modos idóneos de la convivencia humana. El ocio es el espacio donde el hombre no se ve forzado a preocuparse por las cosas, sino que lo hace desinteresadamente. En ese desinterés puede reconocer las cosas tal y como son. ¿Cómo explicamos esto? En la cotidianidad las cosas adquieren un valor en tanto que las ocupamos para algo, son utensilios que nos ayudan a lograr lo que pretendemos realizar, entonces las cosas se traducen en su valor de uso. Y es en el ocio donde las cosas se muestran como lo que son: cosas. Y el hombre se sirve de ese espacio para inquirir sobre las cosas, no ya en su utilidad, sino en lo que verdaderamente son.

Con lo anterior, no solamente nos referimos a las cosas sino a todo lo que suscita una preocupación del hombre. Si al hombre en un momento le preocupa la convivencia humana y las formas, el ocio le permite indagar sobre los modos idóneos de convivencia que rinde sus frutos tanto en la tradición oral y escrita que hemos señalado.

Un elemento histórico que nos permite observar este hecho es la literatura universal. En la obras de Homero, Hesiodo y Esopo podemos encontrar los elementos propicios para enfatizar el modelo de conducta que proponía el hombre de aquella época. La Biblia en el relato de Moisés hace evidente la necesidad de una orientación sobre el comportamiento de un pueblo, así los mandamientos son entregados al hombre. Así mismo en los poemas de Nezahualcoyotl podemos encontrar elementos que pueden considerarse parte de la educación que transmite valores a las presentes y próximas generaciones.

Estos tres ejemplos que, por supuesto, no son los únicos  sirven como guías de orientación para dejar ver que los valores no es algo que esté de moda sino que es una tarea que se ha dado el hombre realizar para el mejoramiento de la convivencia humana y todavía a algo más profundo aún: la persona. En segundo lugar, podemos decir que los valores no los crean personas ajenas a la comunidad sino que son las mismas personas implicadas en la convivencia las que gracias a la reflexión han dado con los valores como quien escarba en una mina ha dado con un metal preciado. Aquí se puede destacar la labor del filósofo, del poeta, del mago que abstrayéndose del ir y venir de las cosas ocupa su tiempo en escarbar en el fondo de las cosas para sacar a flote lo mejor  del asunto. Así resultan los valores, un esfuerzo intelectual que nos permite observar que el hombre puede pulir su especie a partir no sólo del conocimiento de los valores sino del hábito de ellos.

Se dice comúnmente que existen tres escuelas que son: la casa, la escuela y la calle, que bien podemos nombrarlas como familia, formación y sociedad. Pues bien, alguien dirá que aquí si es posible establecer una jerarquía. Lamento desilusionar tal pretensión, dado que, las tres escuelas o esferas de la vida están íntimamente ligadas entre sí, la familia no es si no se encuentra en relación con otras formando -incluso en el nivel más básico de convivencia que es el compartir una ubicación geográfica - una comunidad o sociedad. Así mismo la escuela no tendría razón de ser si no existieran familias que educar en pos de realizarse en una sociedad que finca sus esfuerzos por procurar individuos que se dedique a tal tarea.

Hay otra frase que se escucha en el mismo tono que la primera y es la siguiente: “En la casa se enseñan los valores” Responsabilizar a la familia de todos los malestares de la sociedad no es el principal móvil para dar cuenta de todos nuestros problemas ni tampoco habría que hacer de la familia el chivo expiatorio. Lo anterior resulta hasta ridículo dado que la familia se alimenta de ella misma pero también del contacto que tiene con las otras dos esferas mencionadas. La escuela que no siempre ha estado ahí,  no habría que verla como la única forma que ha tenido el individuo de encontrar una realización, ha estado también cumpliendo esa tarea la iglesia, otros cultos, el arte, el teatro, la música, las leyes y hasta las mismas formas de gobierno que se han dado históricamente.

La familia se encuentra interrelacionada y ella no es sin las otras dos. Los mismos individuos que forman parte de la esfera familiar son los mismos que conforman las otras dos esferas. La historia como gran maestra de nuestro caminar nos permite observar que en la antigüedad el griego no hacía una distinción entre individuo y ciudad, ya que, la ciudad era el reflejo de los ciudadanos. Era por ello que se preocupaban por la educación y  la política. Ejemplos de tal enmienda la encontramos en los personajes de Sócrates y Platón.  Como la ciudad era la morada de los individuos se procura que los ciudadanos que la habitan cumplan con sus funciones para perpetuarla. Existía una conexión íntima entre ciudadano y ciudad. Como acontecimiento histórico cabe mencionar el de Sócrates. Cuando él fue condenado a beber la cicuta sus amigos le ofrecieron fugarse e irse al extranjero. Sócrates rechaza tal propuesta señalando magistralmente que él se considera un amante de su ciudad y, por tanto, de sus leyes. Y que si sus leyes lo habían juzgado lo único que tendría que hacer es aceptar el castigo que imponen sus leyes.

En los tiempos que corren existe una separación entre individuo y sociedad. Hoy día se protege la intimidad que cada familia tiene derecho a tener. Se puede ser un buen ciudadano de cualquier lugar si se paga los impuestos, si no se corrompe ninguna ley, pero ello no quiere decir que se participa en lo que la sociedad es. Lo anterior no es así de simple. Cualquiera podrá decir que si quiero o no participo, por dar un ejemplo, de los honores patrios. Quizá por profesar un culto religioso o simplemente por no encontrar en ellos una relevancia a su persona. Pero, sucede algo en ese ejemplo que es importante señalar y es el siguiente: si no se participa de los valores civiles que se han señalado cabe preguntarse si esa persona no ha hecho un esfuerzo mínimo por preguntarse qué es lo que hace posible que el pueda gozar de un nombre, de una vivienda, de una nacionalidad entre otras cosas. ¿Acaso no sería la misma pertenencia a una nacionalidad lo que le permite nacer con derechos? Así pues no nacemos libres en un sentido absoluto, lo hacemos bajo el amparo de leyes que nos señalan como individuos cargados de una tradición. Decir entonces que no participo de lo que los demás hacen es ir nadando en contracorriente, dado que, el bien colectivo se hace pensando, también, en el bien personal.

Por tanto, aunque cada familia pueda hacer lo que le plazca en su intimidad no podemos aislarla de lo que nos incumbe como comunidad. Si nosotros procuramos familias aisladas crearemos personas indiferentes a los que nos pasa. Decir que los demás están mal es de las formas más  fáciles y sencillas de dar respuesta a lo que nos acontece. Lo que resulta más complicado es observar nuestro propio desenvolvimiento en la sociedad y la forma en cómo actuamos. Párrafos arriba mencionaba que son los mismos grupos de familia lo que dan vida a nuestra sociedad, si damos cuenta de que no existen valores entonces daremos con qué la familia no cuenta con valores. Ahora bien, una cosa es que los integrantes de la sociedad procedan de las familias que existen y otra muy distinta la forma en cómo nos educamos como familia.

 Anteriormente se mencionaba que han existido varios modos en los cuales la familia ha podido encontrar una orientación para su desarrollo. Ahora en la actualidad siguen existiendo esos modos pero ahora que la sociedad ha venido gestándose bajo el amparo de instituciones, tenemos, pues, que dar con la necesidad misma de esos órganos que no es otra cosa que dar cuenta de su por qué. En otras palabras tenemos que averiguar el por qué de tales instituciones. Podemos mencionar al DIF, SEDESOL, CNDH y algunas instancias jurídicas que velan por la seguridad del menor, de la mujer, así como otras ONGs, AC, etc. Estás instituciones que no son las únicas dan respaldo legal a las personas para que puedan hacer valer sus derechos, y gozar su dignidad. Cabe agregar que no sólo es el respaldo legal sino que mediante la aplicación de programas apoyan e informan a las familias de modos idóneos de convivencia e integración bajo el ideal democrático. La SEP es otra institución que funge con esta tarea tan importante. A nivel internacional podemos mencionar la UNESCO.

Existen todavía comunidades que el acceso a este tipo de instituciones es casi nulo debido a muchas condiciones que no profundizaremos, pero espero que en los próximos años el acceso a este tipo de institucionalice pueda ser factible para que las familias participen de lo que hoy como institución la familia haga valer sus derechos que como seres humanos se han garantizado.

Reflexiones finales

El asunto de la educación familiar no es una cosa sencilla, es menester ocuparnos en esa tarea con el firme compromiso de que lo que queremos para nosotros lo que queremos para los demás, por ello debemos cavilar lo que es la justicia, lo bueno y demás valores que pueden sostener los pilares –recordemos- no sólo de la familia sino de la sociedad. Debe entenderse que no es nostalgia el hecho de voltear hacia los griegos sino que pretendemos que en esta búsqueda los griegos nos interpelan en tanto, que sirven como experiencias vitales que han permitido y nos siguen permitiendo indagar sobre las formas idóneas de convivencia humana.

Este ensayo, por sí mismo, no es conclusivo sino que intenta aproximarse a un fenómeno del que parece ser que sólo pueden ocuparse psicológos y juristas. El fenómeno familia tiene que ver primariamente con el primer contacto que tenemos con el mundo, pues, nacemos en una familia –en el mejor de los casos- que profesa un culto, cuenta con una identidad (nacionalidad, género, apellido) y tiene proyectos, por tanto, la familia nos envuelve en una esfera desde la que observamos a las distintas formas que se desenvuelven en un espacio geográfico. Hoy día que la información fluye y casi no conoce de límites podemos darnos cuenta de otras formas de organización que guardan conceptos como lo es el de la familia que no solamente sirve para encontrar la sobrevivencia sino la convivencia misma.

Indagar sobre lo que nos puede resultar más provechoso es lo que procura este humilde ensayo, porque yo mismo me he encontrado en la situación de querer formar una familia que haga valer lo que se ha pensado para contar con las herramientas que permitan colaborar para que la justicia, lo bueno y lo bello formen parte del habito familiar. Así pues, esto es una invitación para que llevemos al terreno del pensamiento y la reflexión una de las cosas que nos hacen ser lo que somos como especie: la humanidad.


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