Exiguum nobis vitae
curriculum natura circumscripsit
La vida no es un estar ahí ya,
un yacer, sino un recorrer cierto camino; por tanto, algo hay que hacer, es la
línea total del hacer de un ser humano. La vida se nos estrega desde el mimo
momento de gestación y lo que empezamos a hacer es por nosotros mismos. El respirar,
que lata nuestro corazón y demás cosas son connaturales a eso que llamamos el
hecho de tener vida, no obstante nuestra vida fuera de esa encomienda biológica
que nos mantiene en esta vida nos encontramos que somos personas, habitamos en
un mundo, nos identificamos con una bandera y pertenecemos a una comunidad que
se desarrolla a la par de muchas otras.
Nuestra vida, acontece con
otros aconteceres y la hacemos nuestra cada vez que decidimos hacer algo para
llenarla de significado. La cita arriba mencionada pertenece a un sabio llamado
Cicerón, y en ella se deja ver claramente que nuestra existencia reside en el
camino que decidimos y estamos decidiendo transitar para hacer de ella lo que
más nos plazca. Es sobre ese sendero donde encontramos algo valioso en los
seres humanos y que, muy pocos, logran percibirla en su totalidad que es la
libertad. ¿Por qué digo lo anterior? Porque ciertamente nacemos en un nicho
familiar que nos hereda una configuración del mundo y que nosotros adoptamos en
los primeros años de nuestra vida sin ninguna puja. Es en la adolescencia,
singularmente cuando elegimos que carrera, profesión u oficio damos un salto de
fe hacia nosotros mismos y muchas veces va contra-corriente de lo que nos han inculcado.
La elección anterior marca el
nudo de nuestra existencia… ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Por qué lo hacemos?
¿Qué nos ha llevado hacia ese lugar que estamos idealizando? Son preguntas que
vitalmente mueven mucho más que emociones y sentimientos en nuestra vida,
mueven nuestro horizonte de realización personal. Para estar seguros (¿quién lo
está?) de que ese camino es el indicado por nuestra vocación es preciso entrar
en un nivel de conciencia que nos permita calmar las aguas de la existencia
misma. Lo que vayamos a hacer responderá, sin duda alguna, a lo que estaremos
comprometidos a realizar el resto de nuestra existencia.
En el punto anterior cabe
preguntarse por el lugar que ocupa el error en nuestras decisiones personales
(y colectivas también). El error así como el acierto, están incluidos
inexorablemente en nuestro ensayo vital. De modo muy simple, podemos decir que
nuestra conciencia histórica nos permite tener un halo de orientación que nos
invite a no cometer los mismos errores del pasado y que en esos errores
encontramos una sabiduría paralela a la del acierto. No tendríamos que caer en
la trampa efímera de la felicidad que rehúye del error por considerarlo un
fracaso, al contrario haber errado nos deja ver un aspecto que no habíamos
considerado en nuestro ensayo de la vida.
Lo cierto es que nuestra vida no
se encuentra finalizada y tampoco la concluimos una vez que decidamos que
carrera elegir. El ser precede a la
esencia mentaban los existencialistas. ¿qué nos quiere decir la frase? Que
no estamos hechos de una vez por todas sino hasta el momento en que dejamos de
existir, es decir, hasta la muerte. Cuando dejemos de ser, de estar realizándonos
en este mundo en cuando podemos englobar nuestra esencia. Mientras tanto,
nuestra vida tiene un punto de balance: nuestras decisiones que ejecutemos en
nuestra vida.
El título de este ensayo reza:
conócete a ti mismo. Esta frase se encontraba en un templo dedicado al dios
Delfos de la mitología griega, ahí los sabios de aquel tiempo habían tallado
inscripciones que ayudarán a los hombres a orientarse en la vida. La frase
puede tener muchos significados pero hay uno que sobre sale y es el hecho de
que tenemos que indagar sobre nosotros mismos, no sólo saber cómo me llamo, qué
me gusta sino que puedo hacer con mi vida, que sentido le puedo dar y, por
supuesto, como trasciendo mi mismidad para entregarla a los otros para generar
espacios de convivencia, reflexión, diálogo pero sobre todo humanidad.
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