Prefiero hablar de
las cosas imposibles,
Porque de las
posibles se sabe demasiado.
Silvio Rodríguez
Con la afirmación de
Silvio Rodríguez se expone, en toda su extensión, la pretensión de abordar un
tema por demás interesante en una época donde diversos medios ponen a nuestra
disposición un universo de información. Lo interesante radica en cómo esa
información puede convertirse en un conocimiento para nosotros, ya que, podemos
argüir que información no es igual que conocimiento. Sobre los procesos de como
se constituye el conocimiento me parece pertinente resaltar una actitud para
que dicho proceso pueda lograrse efectivamente.
Esa actitud se intuye
en la preferencia señalada por Silvio Rodríguez y es la forma en cómo nos
entregamos a lo desconocido, no simplemente porque en nosotros exista una
curiosidad como la del minino sino porque prevalece en nosotros una búsqueda
por la verdad, por saber qué son las cosas. Esa actitud de conocer la verdad,
de indagar sobre las cosas, en general, de búsqueda la encontramos en aquellos
amantes de la sabiduría, es decir, en los filósofos.
Desde sus orígenes en
la antigua Grecia la filosofía no refería a un tema de estudio o a una ciencia sino
que indicaba a una persona, a un modo de vida, a una inclinación de las
personas por encontrar el por qué de las cosas. Por tanto, la filosofía no es
algo que podamos encontrar en los libros sino que lo encontremos en los libros
de aquellos nombrados filósofos es producto de esa actitud de búsqueda de la
verdad. Para muchas personas los filósofos les resultan seres extraños en
varias formas, en una muy señalada y es la siguiente: no se sabe muchas veces
de qué hablan.
Esa creencia radica
en el hecho de la incomprensión del quehacer del filósofo, pero es la pregunta
por lo desconocido o como diría Silvio de lo imposible lo que resulta extraño. Y
aquí estriba algo sumamente importante, cuando nos disponemos a conocer, nuestro
deseo no se sosiega en las respuestas rápidas sino que seguimos indagando hasta
que nuestras pretensiones de encontrar la verdad se encuentren satisfechas,
pero esa verdad desencadena la pregunta por otra cosa y así la actitud de
búsqueda se encuentra en permanente actividad.
Por tanto, podemos
concluir sobre este punto que el filósofo toma la información que
encuentra ala mano y pasa por un
exhaustivo examen hasta encontrar en esa información elementos suficientes que
le permita fundamentar lo que como conocimiento ha obtenido. ¿Qué pasa entonces
con aquellas personas que no están dedicados a la filosofía? ¿Estarán
destinadas a la obtención de pura información? ¿Lo que queda es leer
exclusivamente a los filósofos para obtener un conocimiento?
Las preguntas arriba
expuestas son atinadas, y es tarea de este interlocutor dar contestación. Pero
antes de llevar a cabo esa tarea me parece necesario aclarar al amable lector
en qué consiste la diferencia entre información y conocimiento y por qué uno no
es sinónimo de lo otro. Para ilustrar
esta diferencia me remito a un noticiero, en él se nos presenta información
seleccionada, con la intención de hacer sobresalir lo más relevante para una
comunidad. Cuando informan sobre el cierre de la Bolsa Mexicana vemos cifras y
porcentajes y nos dicen que finalizo positivamente o con perdidas, ya sea el
caso. Tenemos ese dato, pero ¿Sabemos cómo se llego a ese resultado? O ¿Cómo es
que se maneja la bolsa, cómo se determinan, bajo qué criterios, quienes
participan, qué beneficios tiene?
El noticiero hace su
trabajo de informador, pero ¿en quien reside la tarea de responder a las
preguntas arriba expuestas? Si en nosotros brota la actitud de conocer ese
mundo financiero, buscaremos fuentes que nos arrojen información para que
consecuentemente obtengamos un conocimiento sobre dicha materia. ¿Qué es,
entonces, el conocimiento? Si hemos llegado hasta aquí significa que hemos
podido saber, por lo menos, lo que no es conocimiento.
El párrafo anterior
nos arroja luz sobre un hecho de notable importancia y es el hecho de que la
indagación por el conocimiento y a saber
qué son las cosas no es algo exclusivo
del filósofo sino que es patrimonio de todo aquél que se disponga a sumergirse
en el mar del saber a fin de sacar a flote lo que quiere conocer. Ante esto, es
necesario recordar que la filosofía no es una ciencia sino una disposición y
una actitud hacia el saber que involucra un modo de vida ligado a la reflexión
y a la crítica.
Al principio
mencionaba que hoy día tenemos la oportunidad de encontrarnos con un universo
de información, pues bien ese universo bien nos puede informar sobre muchas
cosas pero lamentablemente no nos forma como seres pensantes en búsqueda de
conocimiento. Me remito a un ejemplo si nosotros buscamos teorías acerca del
origen del universo en internet nos aparecerán millones de referencias desde
una teoría científica hasta una serie de televisión intitulada the big bang theory, ¿cómo saber
diferenciar la información? ¿cómo filtrar tal información para obtener
elementos suficientes que nos permitan obtener conocimiento?
En esa necesidad de
aclarar las respuestas antes elaboradas surge la actitud que habíamos
identificado en los filósofos y que hoy día encontramos como patrimonio del
pensamiento occidental heredado, pero sobre todo a no mostrarnos pasivos o
receptivos sino también a mostrarnos involucrados en la faena del saber. Sobre
este punto comparto lo dicho por Platón expuesto a través de Sócrates: “[…]estoy dispuesto a sostener con palabras y
con hechos, si soy capaz de ello, que la persuasión de que es preciso indagar
lo que no se sabe, nos hará sin comparación mejores, más resueltos y menos
perezosos, que si pensáramos que era imposible descubrir lo que ignoramos,
e inútil buscarlo”.
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