Empieza de una vez a
ser quién eres,
En vez de calcular
quién serás.
Franz Kakfa
El
hombre de hoy día se concibe como un ser humano global, es decir, que su vida
se encuentra en un contacto permanente con otras fuentes de información
-mercantil, cultural, económico, social- que engloban todo el orbe terrestre.
Lo anterior no es otra cosa que la conciencia de qué no somos los únicos en la
tierra y que nuestras acciones, (sean locales, regionales, estatales,
nacionales –no sólo están conectadas) tienen una resonancia mundial. Esto lo
podemos observar muy bien en la economía, que es un factor determinante para
esta etapa llamada globalización.
Otro
de los factores que suponen una interconexión global es la cultura. Jamás la
cultura en el mundo será homogénea – por fortuna que somos diferentes, ya que
eso nos permite enriquecernos los seres humanos mediante otras formas de
comprender y ver el mundo. No obstante, las diferentes manifestaciones humanas
a través de la cultura las hemos podido observar mediante la literatura, el
arte, la gastronomía y, por supuesto, la filosofía (aunque cabe señalar que la
filosofía es una forma de pensamiento netamente Occidental, y en este caso ocupo el término filosofía
para referirme a las diferentes formas
de pensamiento que aparecen en otras latitudes).
En
la forma de concebir al hombre existen dos maneras de abordarlo según lo que
nos llega de Occidente (que es nuestra
cultura) y de Oriente. Para indagar sobre la naturaleza del ser humano, tal y
como se puede leer en el encabezado de este humilde artículo, tomaremos tanto al ser y el querer ser. Las dos formas
mencionadas anteriormente hacen referencia a una cuestión fundamental en la orientación
del ser humano inmerso en una tensión social que le exige ser parte de ella
misma para conservar lo propio y encaminar los proyectos que ella misma genera.
Resulta
pues nodal la concepción del ser y el querer ser; ya que en gran parte podemos comprender
mejor la forma en cómo históricamente se han venido desenvolviendo tanto
Occidente como Oriente. Damos comienzo al análisis que nos permita reflexionar
sobre estas dos maneras de concebir al ser humano, y que el amable lector
realice su propio juicio sobre ambas. Antes de dar comienzo me gustaría aclarar
que la justificación de abordar esta temática estriba en el hecho de
aproximarnos a lo que el ser humano es y cómo a partir del contacto con otras
formas de vida y de ver el mundo se puede integrar una visión más rica de lo
que hoy tenemos.
El querer ser es
propio de la cultura Occidental, ya que ésta cultura desde los griegos conciben
la vida humana a partir del destino que ellos deben cumplir. Podemos resumirlo
en la siguiente frase: todo lo que vive, vive por una razón y esa razón es su
destino. El hombre al reflexionar sobre esto descubre que en esa naturaleza
intrínseca no aparece la libertad por ningún lado, entonces todo intento por no
participar en ello llevará a la desgracia y, por ende, a la tragedia. Uno suele
encontrar su destino por el sendero que recorre para evitarlo, decía el maestro
Oogway a Po en la película Kun fu Panda, para hacerle ver que por más que
rehuyamos de lo tenemos que ser, será el propio destino el que se hará cumplir,
aunque sea por diferentes medios que el de la aceptación. Esta visión enclavada
en una racionalidad mítica, esto es, que los mitos formaban la cosmovisión del
ser humano es sustituida una vez que la ciudad toma una importancia radical en
la vida del heleno, además de que el pensamiento se libera de la tutela de los
mitos, aparece el deseo de libertad y con ello el camino de la vida se
encuentra orientado por las aspiraciones que tienen los individuos.
La
fama, los títulos, el poder son ahora las directrices del desenvolvimiento del
ser humano, entonces los individuos aspiran a ser algo. Trayendo lo anterior al
presente, hoy día se aspira a poseer un título universitario, sumados a grados
más avanzados como una maestría, un doctorado, etc., con el fin de alcanzar
mejores cosas. No sólo los títulos son importantes sino también los cargos
públicos, políticos, empresariales, etc. Es decir, nos han educado para ser
profesionistas, para ser mejores personas, para ser personas importantes; y
esto lo hemos adoptado de tal forma que la pregunta que regularmente se hacen a
los niños es ¿qué quieres ser de grande?
A
diferencia de Oriente que ellos ya son,
es decir, ellos no necesitan aspirar a nada porque ellos ya son lo que son y se
aceptan como ser humanos con todas las cualidades que deben poseer, porque
aspirar algo es aceptar que te hace falta. Esto es, ¿por qué queríamos ser
mejores personas, acaso no somos personas y, por tanto, nuestra propia cultura
ha presupuesto engendrar seres que nazcan en condiciones de igualdad, de amor y
por tanto, eso es lo mejor que ha desarrollado el ser humano? Cabe aclarar que
no es que ellos no tengan escuelas, no existan empresas o cosas por el estilo,
sino que los títulos, los puestos es un agregado circunstancial de lo que ellos
han estado realizando.
La
gran diferencia del querer ser y ser estriba en que el querer ser involucra una especie de individualismo fomentada por la
competitividad, dejando a un lado los beneficios comunes que pueden haber en
una lucha no sólo por el reconocimiento sino por querer ser mejor que fulano o
mengano (dejando a un lado muchas veces una ética). Sin embargo el ser esta dispuesto a aceptar al otro en su totalidad en tanto que
las condiciones en las que se desenvuelven ocurren para todos y no sólo para
unos cuántos. Lo que importa es el ser humano que hay en cada uno de nosotros y
no sólo el título que poseamos en nuestra vida pasajera. De ahí el epígrafe de Kafka, muchas veces nos
la pasamos planificando y dejando para el mañana las cosas que creemos que
haremos de mejor manera cuando logremos tener cierta madurez y no nos damos
cuenta que la vida es lo que nos pasa a diario y es ahí donde demostramos los
que realmente somos.
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