jueves, 16 de mayo de 2013

Ser o querer ser.


Empieza de una vez a ser quién eres,
En vez de calcular quién serás.
Franz Kakfa

El hombre de hoy día se concibe como un ser humano global, es decir, que su vida se encuentra en un contacto permanente con otras fuentes de información -mercantil, cultural, económico, social- que engloban todo el orbe terrestre. Lo anterior no es otra cosa que la conciencia de qué no somos los únicos en la tierra y que nuestras acciones, (sean locales, regionales, estatales, nacionales –no sólo están conectadas) tienen una resonancia mundial. Esto lo podemos observar muy bien en la economía, que es un factor determinante para esta etapa llamada globalización.

Otro de los factores que suponen una interconexión global es la cultura. Jamás la cultura en el mundo será homogénea – por fortuna que somos diferentes, ya que eso nos permite enriquecernos los seres humanos mediante otras formas de comprender y ver el mundo. No obstante, las diferentes manifestaciones humanas a través de la cultura las hemos podido observar mediante la literatura, el arte, la gastronomía y, por supuesto, la filosofía (aunque cabe señalar que la filosofía es una forma de pensamiento netamente Occidental,  y en este caso ocupo el término filosofía para referirme a las diferentes formas  de pensamiento que aparecen en otras latitudes).

En la forma de concebir al hombre existen dos maneras de abordarlo según lo que nos llega de  Occidente (que es nuestra cultura) y de Oriente. Para indagar sobre la naturaleza del ser humano, tal y como se puede leer en el encabezado de este humilde artículo, tomaremos tanto al ser y el querer ser. Las dos formas mencionadas anteriormente hacen referencia a una cuestión fundamental en la orientación del ser humano inmerso en una tensión social que le exige ser parte de ella misma para conservar lo propio y encaminar los proyectos que ella misma genera.

Resulta pues nodal la concepción del ser y el querer ser; ya que en gran parte podemos comprender mejor la forma en cómo históricamente se han venido desenvolviendo tanto Occidente como Oriente. Damos comienzo al análisis que nos permita reflexionar sobre estas dos maneras de concebir al ser humano, y que el amable lector realice su propio juicio sobre ambas. Antes de dar comienzo me gustaría aclarar que la justificación de abordar esta temática estriba en el hecho de aproximarnos a lo que el ser humano es y cómo a partir del contacto con otras formas de vida y de ver el mundo se puede integrar una visión más rica de lo que hoy tenemos.

El querer ser es propio de la cultura Occidental, ya que ésta cultura desde los griegos conciben la vida humana a partir del destino que ellos deben cumplir. Podemos resumirlo en la siguiente frase: todo lo que vive, vive por una razón y esa razón es su destino. El hombre al reflexionar sobre esto descubre que en esa naturaleza intrínseca no aparece la libertad por ningún lado, entonces todo intento por no participar en ello llevará a la desgracia y, por ende, a la tragedia. Uno suele encontrar su destino por el sendero que recorre para evitarlo, decía el maestro Oogway a Po en la película Kun fu Panda, para hacerle ver que por más que rehuyamos de lo tenemos que ser, será el propio destino el que se hará cumplir, aunque sea por diferentes medios que el de la aceptación. Esta visión enclavada en una racionalidad mítica, esto es, que los mitos formaban la cosmovisión del ser humano es sustituida una vez que la ciudad toma una importancia radical en la vida del heleno, además de que el pensamiento se libera de la tutela de los mitos, aparece el deseo de libertad y con ello el camino de la vida se encuentra orientado por las aspiraciones que tienen los individuos.

La fama, los títulos, el poder son ahora las directrices del desenvolvimiento del ser humano, entonces los individuos aspiran a ser algo. Trayendo lo anterior al presente, hoy día se aspira a poseer un título universitario, sumados a grados más avanzados como una maestría, un doctorado, etc., con el fin de alcanzar mejores cosas. No sólo los títulos son importantes sino también los cargos públicos, políticos, empresariales, etc. Es decir, nos han educado para ser profesionistas, para ser mejores personas, para ser personas importantes; y esto lo hemos adoptado de tal forma que la pregunta que regularmente se hacen a los niños es ¿qué quieres ser de grande?

A diferencia de Oriente que ellos ya son, es decir, ellos no necesitan aspirar a nada porque ellos ya son lo que son y se aceptan como ser humanos con todas las cualidades que deben poseer, porque aspirar algo es aceptar que te hace falta. Esto es, ¿por qué queríamos ser mejores personas, acaso no somos personas y, por tanto, nuestra propia cultura ha presupuesto engendrar seres que nazcan en condiciones de igualdad, de amor y por tanto, eso es lo mejor que ha desarrollado el ser humano? Cabe aclarar que no es que ellos no tengan escuelas, no existan empresas o cosas por el estilo, sino que los títulos, los puestos es un agregado circunstancial de lo que ellos han estado realizando.

La gran diferencia del querer ser y ser  estriba en que el querer ser involucra una especie de individualismo fomentada por la competitividad, dejando a un lado los beneficios comunes que pueden haber en una lucha no sólo por el reconocimiento sino por querer ser mejor que fulano o mengano (dejando a un lado muchas veces una ética). Sin embargo el ser esta dispuesto a  aceptar al otro en su totalidad en tanto que las condiciones en las que se desenvuelven ocurren para todos y no sólo para unos cuántos. Lo que importa es el ser humano que hay en cada uno de nosotros y no sólo el título que poseamos en nuestra vida pasajera.  De ahí el epígrafe de Kafka, muchas veces nos la pasamos planificando y dejando para el mañana las cosas que creemos que haremos de mejor manera cuando logremos tener cierta madurez y no nos damos cuenta que la vida es lo que nos pasa a diario y es ahí donde demostramos los que realmente somos.


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