jueves, 30 de agosto de 2012

Enseñanza reflejo


Si verdaderamente algo distingue al hombre de los demás entes que existen en el mundo no es su lenguaje, tampoco la capacidad de sentir sino especialmente el valor que existe en el educar. La educación no sólo compete al ámbito de los pedagogos ni  sólo a la estructura que envuelven a las instituciones educativas sino a todo el entramado de relaciones humanas que existen. Si hay algún curioso que pegunta ¿Por  qué? Por la siguiente razón que no es mía pero que comparto: “que todos los seres humanos enseñan es, e muchos sentidos, su aspecto más importante: el hecho en virtud del cual, y a diferencia de otros miembros del reino animal, puede transmitir las características adquiridas”. Así pues estamos condenados a educar de cualquier forma, puesto que nuestras acciones reflejan un sentido del vivir y a ese reflejo no lo podemos ocultar.
 Es quizá  por ello,  que muchas veces las personas adultas procuran evitar mostrar cierto tipo de acciones verbales, físicas y emocionales delante de los niños, pues son los éstos los que por su infancia procuran identificarse con cierta autoridad a la que ellos sienten afecto de imitar, puesto que con ciertas acciones procuran establecer cierto tipo de vínculo.

¿Qué nos dice lo anterior? Dos cosas primordialmente: a) Que nuestros actos son reflejo no sólo de nuestra conducta, sino de nuestros deseos, nuestros conocimientos, etc., y b) que existe una predisposición por el conocer nuevas formas, nuevos conocimientos y personas. Así el conocimiento no sólo se encuentra circunscrito al ámbito académico sino también al personal. Y si esto no es así, ¿Qué alguien arroje la primera piedra si es que no ha valorizado alguna vez a un maestro, algún administrador, algún párroco, político, secretaria, etc?




La pre-disposición de conocer regularmente se encuentra ubicada en el deseo constante de forjar nuestra propia vida, así el niño siempre busca representarse e modelos más cercanos como papá, mamá, algún súper héroe de película o algún personaje de caricatura, algo que de alguna manera llene su propia forma de verse ante la vida. Pero, ¿Qué pasa cuando crecemos? parece que los personajes ficcionales no nos llenan el ojo y acudimos a otros esquemas como el de un deportista, médico, abogada, ingeniero, filósofo, etc. ¿pero que hace que nos seguimos volcando hacia esquemas sociales? El deseo de ser siempre algo constantemente. Pero no es el simple deseo, sino la necesidad hacer de nuestra vida algo.
Quod vitae sectobur iter? ¿Qué camino debo seguir?

De aquí se deriva en gran parte la importancia y compromiso de la educación. La educación debemos pensarla como la tarea primera del pedagogo, pero para ello hay que hacer un poquito de historia. “El pedagogo era un fámulo que pertenecía al ámbito interno del hogar y que convivía con los niños o adolecentes, instruyéndoles en los valores de la ciudad, formando su carácter y velando por el desarrollo de su integridad moral. En cambio el maestro era un colaborador externo a la familia y se encargaba de enseñar a los niños una serie de conocimientos instrumentales, como la lectura, la escritura y la aritmética. El pedagogo era un educador y su tarea se consideraba de primordial interés, mientras que el maestro era un simple instructor y su papel estaba valorado como secundario. Y es que los griegos distinguían la vida activa, que era la que llevaban los ciudadanos libres en la polis cuando se dedicaban a la legislación y al debate político, de la vida productiva, propia de los labriegos, artesanos y otro siervos: la educación brindada por el pedagogo era imprescindible para destacar en la primera, mientras que las instrucciones del maestro se orientaban más bien a facilitar o dirigir a la segunda”.
Regresando a nuestro presente de carne y hueso, debemos de pensar en qué condiciones se da la educación, cuál es el rol de los maestros en la formación de los estudiantes, qué significa ir a la escuela, qué propósitos persigue la educación hoy día, que frutos ha tenido la educación en la sociedad mexicana. Si nosotros como sociedad no nos hacemos este tipo de preguntas, estaremos condenados a repetir errores de antaño que ha causado empobrecimiento no sólo económico sino cultural, puesto que, un pueblo se distingue en la forma en cómo práctica la educación.





Para ello es necesario que no sólo los alumnos sean lo interesados en ir y aprender sino que la familia sea- como la institución por antonomasia de la sociedad- la que siembre el ejercicio de la enseñanza, que implica el preguntar, el escuchar, el respetar y lo más importante el convivir. Cuando la escuela enseñe prácticas de convivencia y no sólo de competencia en tanto quién es el mejor en esto o en otro, podemos dejar de pensar en la marginación social y en la violencia verbal de quien es mejor que otro o quién está por encima de otro. Esto sin duda, nos obliga a revisar el papel del docente, del director, del padre de familia, de los estudiantes porque no hay un solo culpable de la educación sino que al ser la sociedad un conjunto de intereses y convicciones comunes cada uno de nosotros carga con un poquito de responsabilidad.
En conclusión, podemos decir que si los niños en su andar no encuentran por lo menos, actores (maestro, padre, ingeniero, filósofo) que significan en un medio dado, no podremos por lo menos orientar la mirada de quienes buscan transformar lo que tenemos en algo mejor. No se trata de que repitan esquemas sociales, sino que por lo menos entiendan cuál es el rol que juega cada uno en la sociedad para que el educando encuentre en ellos una posibilidad de realizarse y seguir contribuyendo para el bien común.

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