jueves, 13 de septiembre de 2012

Yo sólo sé, que no sé nada


Esta frase ha pasado a lo largo de la historia de la humanidad por boca de Sócrates y ha inmortalizado el pensamiento filosófico. En el presente artículo me ocuparé de explicar lo que dicha frase me dice en torno al saber para que el amable lector que dedica su tiempo a leer este presente sea partícipe de lo que el pensamiento griego nos ha heredado. Sin otra cosa que mencionar, doy comienzo al mismo.

Esta frase como muchos piensan no es propia de Sócrates sino que eran sentencias que los sabios habían tallado en el templo de Delfos, lugar al que acudían para rendir culto al dios Apolo y dónde consultaban a la pitonisa que en aquel tiempo era la intermediaría entre los dioses y los hombres. Las sentencias talladas en aquel templo tenían una pretensión pedagógica, es decir, los sabios una vez partícipes de la sabiduría de los dioses buscaban que mediante el tallado de estas frases las personas que acudieran al templo fueran cómplices de tal sabiduría. La frase que da nombre a este artículo no sólo era la única, se podían leer otras como: «Una vida sin examen no es digna de ser vivida» o «Sólo es desgraciado quien no puede soportar la desgracia» entre otras.

Un amigo de Sócrates  había acudido al templo a consultar a la pitonisa para saber quién era el hombre más sabio de aquella época a la que contestó: Sócrates. Cuando éste se entero de esto y sabedor de su ignorancia se dedico a buscar un hombre más sabio que él, para demostrar que los dioses también pueden errar. Así que acudió con las personas que se tenían por sabios, entonces, consultó a poetas, políticos, senadores, sofistas preguntándoles  cosas que el ignoraba como ¿Qué es el bien? ¿Qué es la virtud? ¿Qué es la belleza? pero al cuestionarles se daba cuenta de que ellos tampoco sabían ni siquiera lo que decían al respecto de lo que pronunciaban, es decir, Sócrates con sus preguntas los hacía ver ignorantes cosa contraria a lo que el pueblo de Atenas los consideraba. Y ya enojados le preguntaban esas mismas cuestiones a lo que Sócrates siempre decía: “Yo sólo sé, que no sé nada”.

Pero, ¿qué rayos quiere decir esa frase? Quiere decir que si de algo sabemos es que nada sabemos con respecto de muchas cosas. En general es aceptar con humildad que somos ignorantes, pero aceptarnos ignorantes no es ser conformes con esa ignorancia, sino que tiene un fondo positivo, puesto que, aceptar que soy ignorante me motiva a preguntar por las cosas, por tanto, la ignorancia no es un estado límite de nosotros sino el trampolín que nos catapultará al camino del saber.  En ese sentido la ignorancia es ausencia de conocimiento, por tanto, lo que yo tengo que hacer es buscar las preguntas indicadas para acceder al conocimiento. ¿Hay preguntas indicadas? No lo sabremos, hasta que no nos pongamos en marcha en el preguntar.

En gran medida la filosofía debe su fama a Sócrates, porque este personaje no buscaba la fama ni tampoco el cargo público que diera reconocimiento sino que buscaba conocer. Pero, ¿para qué nos sirve el conocimiento? Quererle buscar una utilidad a todo lo que hacemos es de alguna manera gastarla en su uso, sin embargo tenemos cosas valiosas que quizá jamás  se puedan valuar porque no hay precio para tal cosa, no obstante queda la tranquilidad y la felicidad de poseer ciertas cosas. Y en ello radica la sabiduría en algo valioso que se posee sin necesariamente representar un valor monetario.

Sócrates, como dije anteriormente no buscaba la fama o el éxito sino, tal vez, encontrarle el sentido a lo que le rodeaba como ser finito, y darle sentido a lo que le rodeaba era preguntar por el bien, por la virtud, por la justicia, etc. O tal vez en encontrar una respuesta a porque decían que él era el más sabio. Y quizá el se dio cuenta que él era el más sabio porque el reconocía que los hombres poseen una pequeña sabiduría por ser simples mortales y que eso significa nada para un dios que lo sabe todo.

De ahí que el saber no sea algo que se hereda o que se encuentre sólo en los libros sino que el saber se encuentra también en el diálogo con las demás personas, y por supuesto, en el preguntar. Porque históricamente nos hemos percatado que el saber no pertenece a una élite o a un sector de la población sino que el saber se encuentra en esas pequeñas instancias donde nosotros nos lanzamos a la faena del preguntar, porque en el preguntar se abre el estado de cosas donde nos encontramos para saber qué son.


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