martes, 18 de enero de 2011

Nuestra prisa

El tiempo que vivimos a diferencia de la antigüedad que creía en un tiempo cíclico, es decir, que volvemos vivir infinitamente lo mismo, que después de una época de creación le sigue una decadencia y así sucesivamente se omitió con la llegada del cristianismo a Occidente que proponía la visión de un tiempo lineal. Esto es, que hay un supuesto teológico que fundamenta el tiempo, es decir, que Dios con su omnisapiensa y su infinito poder crea al mundo y todo lo que hay en él. Así pues Dios crea el mundo en 7 días que ya son una medida del tiempo; y según la creencia en el cristianismo así como hubo un principio va haber un final, conocido dramáticamente como el Apocalipsis o final de los tiempos. Pues bien, estas dos concepciones del tiempo reinaban –digamos- canónicamente en la cosmovisión de las personas. Con ello no quiero decir que todas las personas del mundo tenían presente sólo estas concepciones del tiempo. Aún muchas comunidades agrícolas siguen rigiéndose por un tiempo cíclico, es decir, saben en que época del año sembrar para así cosechar en tal época. Conocen muy bien la periocidad del tiempo. Incluso en la iglesia católica posee un calendario totalmente distinto al que ellos llaman “civil”, el calendario de la iglesia se llama litúrgico que se encuentra regido por la luna. Pues bien, a decir de la forma en lo que en la actualidad concebimos como tiempo, no corresponde para nada con esas dos visiones antes mencionadas sino que es un tiempo que no soportaría el pensar en un volver a vivir lo mismo y tampoco se imagina un tiempo final, es un tiempo que avanza tan rápidamente que lo único que importa es agotarse en el mismo tiempo. Me explico mejor, la manera tan rápida en la que pasa el tiempo o mejor dicho la manera en la que pensamos en que pasa el tiempo nos hace actuar como gentes que no tienen tiempo sino que somos el tiempo mismo que se nos escurre entre los dedos. Que a cada paso que avanza el tiempo nosotros vamos siguiendo ese mismo andar, nuestra percepción del tiempo no sólo tiene que ver con la forma de mirar como marchan las manecillas sino tiene que ver con la forma en cómo vemos el trabajo, la educación, el crecimiento de nuestros hijos, la forma de conseguir dinero, las posibles adquisiciones materiales, la forma en como vestimos, lo que preferimos ver como entretenimiento, la forma en la que nos relacionamos con los demás, incluso la forma en la que amamos, la forma en cómo pensamos, en cómo nos adaptamos al medio, a veces en una forma tan radical para nuestra propia vida: la manera en cómo nos construimos como personas. En esta última parte estriba lo que me ha motivado más fuertemente el escribir estas líneas. Entonces me parece pertinente el estudio o la reflexión acerca del tiempo o la manera en cómo vemos el tiempo en la actualidad para tener un esquema de la manera en cómo nos desenvolvemos en el mundo y de la forma en la que seguimos manteniéndolo y/o conduciéndolo. Creo que es necesario este análisis para aclarar que es lo que nos ha llevado a construirnos como personas y como sociedad de una manera tan rápida que nos provoca una fragilidad en la construcción de una cultura que tenga bien definidos los límites y proyectos que tiene para sí misma. Tampoco pretendo establecer una nueva conceptualización del tiempo porque seguramente hay otras ciencias que pueden ver el tiempo de modo distinto, por ejemplo la física contemporánea que apuesta a que el tiempo no existe, pero realmente dialogar con el tiempo de la física no me importa. Lo que si me importa es explorar en lo social, que es el marco en el que se desenvuelven las personas y se construyen, porque ahí es dónde se manifiesta claramente la presencia que tiene el tiempo en la manera en cómo ellos se piensan y se construyen. Quiero aclarar que tampoco se trata de un psicologismo sino de tratar de transparentar el modo de ser que se construye a partir de la noción del tiempo. Hasta aquí hemos hablado de lo que nos interesa abordar pero no hemos dicho de que tiempo estamos hablando, pues bien el tiempo rápido que vivimos lo llamaré: el tiempo vertiginoso. Ese tiempo lleno de velocidad que hemos elegido como modo de vida.

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