miércoles, 21 de abril de 2010

atardecer



Hoy en la mañana alguien involuntariamente me inspiró para poder escribir lo siguiente. Ella hablaba acerca de la experiencia estética de lo sublime que se vive en un atardecer y que esta experiencia nos ayuda a olvidar todo aquello que nos llena de tensión, duda, malestar, en fin. La experiencia de lo sublime terminaba siendo ese encuentro con lo infinito. Al menos fue eso lo que le entendí.

el atardecer que se aprecia en la foto que acompaña este escrito lo presencie en Acapulco. Visite a una tía que en esos días se cumplía un año de fallecido mi tío.

Presenciar ese atardecer por más de una hora me hizo olvidar porque estaba en ese sitio, me hizo olvidar lo bochornoso que se siente cuando te encuentras en una situación como esa porque no encuentras nada que decir y que por dentro hierves de no poder hacer nada porque lo hecho, hecho esta.


Me olvide incluso de cómo había llegado ahí, la cosa fue que experimentar la visualización de esos colores me hizo imaginar estar en ese sitio; el sabor a sal en mis labios me provoco que los mojara varias veces; el olor del mar me llenaba los pulmones de alegría y la suavidad de la arena que había entre mis dedos me hacia sentirme en la playa. Se escucha tautológico pero realmente así pasó.

El ruido sonoro de las olas me hizo callar los pensamientos que brotaban en mi cabeza pensando acerca de la muerte. La espuma que resultaba del ajetreo de las olas me hizo sonreír y afirmar junto con los griegos que se trataba de Afrodita. Pues se cuenta en la mitología Griega que cuando Cronos le corta los genitales a Urano el semen de este último caen en el mar trasformándose en la espuma. Y que por eso Afrodita es símbolo de belleza.

Olvidar por un momento que soy Yver, olvidar por un momento que soy un hombre que tiene que estudiar para poder trabajar, olvidar que tenía una celebración fúnebre, olvidar que soy yo. Fue lo que conseguí por un momento gracias a esa experiencia estética no se sí sublime pero bella. Y disfrutar eso me hizo descansar un poco de mí y del mundo.

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