miércoles, 4 de julio de 2012



La democracia no se reduce a una
forma de gobierno, sino que es,
a fin de cuentas, un ideal basado
en virtudes morales.
Antonio Caso

La democracia como sistema político ha tenido muchas transformaciones a lo largo de la historia de Occidente, en la Grecia de Pericles por allá del siglo IV a.C., fue cuando por vez primera se puede rastrear el sentido de aquél sistema político. La instauración de la democracia no significaba que  sólo se cambiara de sistema político sino que esta formara parte de la vida colectiva, personal y que eso, inmediatamente,  se reflejara en el cuerpo de la polis, ciudad.  Es decir,  la democracia no sólo es parte del sistema político sino que tiene que ver intrínsecamente con la vida de cada uno y la de todos porque es evidente que el hombre no puede vivir sólo sino que su subsistencia depende del colectivo que lucha por el mismo fin: preservar la vida y encontrar mejores condiciones de esta para su desarrollo.

Lo anterior no podría  haber sucedido  si no tomamos en  cuenta la importancia que tenía la palabra en aquél tiempo. La palabra era un instrumento para hacer válida una posición política que abogará por intereses colectivos y personales.  El hecho de que la palabra tuviera un significado importante era porque las instituciones que regulaban el orden público permitía el desenvolvimiento de la palabra. De hecho,  de ahí un arte que surgió a partir de esas condiciones políticas: la Retórica. La retórica no la debemos concebir como peyorativamente se ha entendido, es decir cómo aquél arte usurpador de intereses y balbuceos impertinentes. La retórica se usaba para designar  a los políticos, a los hombres públicos que toman la palabra, hablan y discursean en la Asamblea Popular. Y es sobre lo anterior en lo que debemos poner el acento de la retórica, como más adelante veremos en cuanto su función en la sociedad. Cronológicamente  se les considera a Corax y Tisias los creadores del la retórica, pues su libro Arte y el primero en esa materia estaba compuesto de estrategias para lograr vencer mediante la persuasión.

En realidad no importa tanto el origen del arte retórica como su función en la sociedad griega. Su papel es claro en cuanto que la retórica es hija de la democracia y el derecho. La retórica es el arte que enseña al ciudadano a defenderse con el empleo de la palabra en el marco de las reglas del juego democrático, tales refieren al hecho de que todo ciudadano tiene permitido hablar en público y además puede hacerlo de la forma que le plazca sin ofender a la ley, misma que es convenida por el acuerdo de la comunidad.

Regresando a nuestro presente, la democracia es asunto de partidos políticos (que representan los intereses del pueblo) y organismos (IFE). Nuestra democracia, mexicana, ha ido ascendiendo,  manteniendo la esperanza de poder llegar a hacer eficaz, puesto que, siguen habiendo muchos lapsus que continúan  manchando las contiendas electorales como la compra de votos, la coacción del mismo, etc. Lo que las autoridades llaman “incidentes menores” es muestra de que no se ha podido liberar nuestra democracia de vicios que por mucho tiempo han alejado la participación “verdadera” de los mexicanos.  Nuestra democracia a diferencia de la griega está lejos de propiciar el espacio público en donde  la palabra como instrumento de validez política tenga una influencia sobre el mismo espacio público-político. Nuestra democracia en ese sentido se ha especializado y fragmentado tanto que ahora lo que menos se escucha en una Asamblea (legislativa, por ejemplo) es la voz del ciudadano.

Entonces, si nosotros queremos recuperar el espacio y la fuerza de la palabra tendríamos que educarnos en condiciones de ejercer la democracia.  Esto porque si nosotros a partir de los 18 años formamos parte de la ciudadanía que obtiene el derecho del voto, la participación ciudadana es indispensable no sólo hacer efectivo el derecho sino de estar armado de herramientas indispensables para ejercer la ciudadanía a través de la palabra y la escritura. Por ello es esencial que la educación de la ciudadanía  sea integral, en el sentido de recibir una formación científico-humanista que contemple materias como la filosofía, la lógica, matemáticas y la ética. Decimos estas disciplinas porque la lógica otorga herramientas para reconocer qué tipo de argumentos existen y cuál de ellos son validos o no, esto para discernir el mundo de información en el que nos encontramos y se encuentra tan a la mano. Las matemáticas porque el razonamiento matemático ayuda a ordenar y a dar coherencia a los argumentos que tengamos que elaborar. La ética debe contribuir a hacer concordar sobre las distintas posturas éticas que aparecen en el espacio democrático y plural que tenemos, esto no se debe entender como un relativismo ético sino como una búsqueda de establecer acuerdos para no caer en el relativismo y asumir una postura ética conveniente para respetar el espacio público.
Y sobre todo el estudio de la filosofía, porqué esta es un ejercicio reflexivo de crítica y autocrítica sobre las condiciones políticas, sociales, culturales y económicas que nos toca vivir. Este ejercicio qué hace la filosofía revitaliza la democracia en tanto que pone a prueba las condiciones mismas por las que se hace valida la democracia: la libertad, el respeto y la tolerancia. Y esa libertad, tolerancia y respeto deben ejercerse desde todos las esferas que conforman la sociedad. A partir de ahí podríamos re-habilitar la condición de la palabra y la escritura, puesto que la formación académica rendirá frutos en los futuros ciudadanos, por ello es indispensable que en nuestro presente trabajemos sobre las condiciones del hoy y del mañana.

Por ello el cultivo de la filosofía tendría que ejecutarse a partir de una condición social que necesita alimentarse de lo que piensan y sienten los ciudadanos que dan pie a la misma sociedad. De ahí que recurriéramos en la primera parta a la retórica porque entendida así la retórica es filosofía en tanto que discute sobre lo conveniente y es ahí donde se pone en juego la democracia. Por  ello insisto en que la democracia no debe entenderse sólo como el sistema político que hoy tenemos a partir de los partidos políticos y el IFE sino cómo aquél en dónde las personas hagan valer  el espacio político, cultural y social que tanto ha costado mantenerlo, ya que,  sólo así podremos ser actores de nuestro andar ciudadano.

Quisiera terminar este artículo invitando al amable lector que pasa por aquí a que se dé un tiempo para reflexionar sobre las condiciones y las instituciones  democráticas que hoy tenemos y analizar si estas son suficientes para hacer valida la voz de la ciudadanía. En mi opinión me parece que no es suficiente, tenemos que hacer que se involucren demás instituciones como lo es la educación para formar ciudadanos críticos-constructivos que exijan justicia, tolerancia y respeto para reforzar los cimientos de la democracia que hoy tenemos.


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