miércoles, 7 de abril de 2010

Mar sin Palabras

Vengo de una familia de marinos,
de gente que probablemente conoce mucho
de aguas, de muelles, de gente y quizá
que conoce varios idiomas y,
con ellos, varios mundos.

Mi descendencia genéticamente
me dicta con cierta fuerza extraña a navegar,
a ser un nómada en cierto sentido.

Naturalmente , creo, navego
pero no sé como lo hago,
ni tampoco sé si tenga alguna dirección.
Lo único que puedo visualizar es
el zigzagueo de la estela.

Pero ¿acaso la estela escribe el camino?
¿Es la referencia última?
¿Y porque la necesidad de ubicarnos?

Ahora recuerdo que los mares
que he elegido para mí, son totalmente
distintos a los de mis antepasados.

Ellos se enfrentaban a marejadas impresionantes,
a días sin horizonte, pues,
miraras a donde miraras todo era azul.
Las seis dimensiones: arriba, abajo, enfrente, izquierda, derecha y atrás
Es azul, tiene que ser azul.

En cambio los mares en los que he decidido navegar
y al cual tengo que enfrentar
es el de las letras, otro mar tan tempestuoso
como el océano mismo.

Cada libros es una posibilidad,
y mi navegación por esa posibilidad
resulta como
la posibilidad de la posibilidad.

Querer llegar a la posibilidad
que posibilita la posibilidad de todas las posibilidades
es querer encontrar muelle, tierra firme.
Pero, cada vez que veo uno
me quedo con los mecates en la mano,
solo pasa de largo.
Algo muy dentro de mi
me dice que no tengo
que dejar de navegar.

De repente la falta de provisiones
me hace bajar un tiempo
de la nave de mi existencia.
Pero cada vez que fondeo,
surgen instancias que tratan de comprometerme
con que me quede.
Mi torpeza al comunicarme me dice decir que puedo
Quedarme unos días más, pero cuando subo otra vez a la nave,
Para pasar la noche, me lamento de
crear esperanza, de crear confianza, de crear expectativas
en la gente que me pide que retrase mi partida.

Expectativas, confianza, esperanza
son amarres a la nave de mi vida.
Navegar es, pues, liberarse
de esos compromisos,
es decirle “no” a esos ajustes sociales.

Pues no espero nada de nadie,
Pues no espero nada de mi.

La parcela de la vida que he podido pensar,
me ha parecido como el mar: hay días claros,
días oscuros, algunos nublados; el tiempo marítimo
esta lleno de viento, lluvia y sol.
Y NO hay en ese tiempo
algo que podamos cambiar
puesto que, sabemos que sucede así.
Ese suceder-así es lo que nos deja ver
Un horizonte de comprensión que
Nos da pautas para entender porque
No esperar nada.
Querer modificar el ser-así
de algo tan ajeno a nosotros
como el mar es
un deseo absurdo.
Más sin embargo, comprender
ese ser –así es
comprender nuestro propio ser-así.
Pues en toda comprensión del mundo
Encontramos una comprensión de nosotros mismos.

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