jueves, 11 de diciembre de 2008

Cómo no nombrarte

Cómo no estrecharte
en el regazo del recuerdo
si de cada vena, de cada poro,
me vas arrancando palabras nuevas,
virginales peces sanguíneos,
palabras venales que repiten
con estruendo
el canto apacible de las gotas al caer,
cuando se fragmentan
en pedacitos de luna raída.

Cómo no nombrarte
en la soledad del cuarto vacío
si la sombra de tu cuerpo
se desnuda de las horas
y me siento a buscarte
en los sonetos y las coplas
de los poetas caídos.

Cómo no inventarte cerca,
cómo no dibujarte con mis manos
en las tuyas,
si eres patria final
de mi último destierro,
humedad de la niebla
que me baña el rostro.

Cómo no llamarte en la oscuridad
donde los sueños me visitan
y me convidan de tu voz,
de tu aguda ausencia
preñada de encuentros, de vueltas,
de carruseles terribles
y de algodón de azúcar.

Cómo no deshojarte los cabellos
en el retrato que te preserva
como una diosa antigua, dorados laureles,
corona de azahares, petenera.

Cómo no maldecirme los días,
las horas aniquiladas en el éxodo
de los cuerpos anónimos;
cómo no encontrarte atada a mi armadura
si la noche de tus pasos lejanos
abrió la puerta del mar para ahogarme,
despacio, en la oración de tus besos.

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