martes, 3 de septiembre de 2013

Filosofía y medios de comunicación

En filosofía como muchos creen, la reflexión no es un pensar las cosas profundas a tal punto de que solamente un grupo selecto (casi de iniciación diríamos) pueden entender. Todo lo contrario la filosofía trata de comprender lo que nos rodea. Y en esa realidad circundante nos encontramos en diferentes formas de aprehensión de la realidad, a si mismo  existen diferentes medios por los cuales obtenemos conocimiento del mundo. Podemos nombrar a los sentidos, la educación materna, el lenguaje, entre otros.

 Un medio de información  que nos proporciona conocimiento del mundo es la televisión. La televisión querámoslo o no, aceptémoslo o no forma parte de nuestro modo de vida y dado lo anterior la televisión tiene una gran influencia sobre nosotros. Las presentes generaciones nacen con la televisión en las casas, forma parte de la geografía de la casa. En algunos hogares tiene la misma importancia que el refrigerador, la estufa o el microondas.

Siendo un medio de información que forma parte de nuestra vida es necesario tomar una considerable distancia para saber qué es lo que ha hecho la televisión con nosotros, o más bien, qué significado tiene la televisión para nosotros. Es necesario indagar sobre lo que resulta de la televisión, ya que, al ser parte de nuestra vida, tiene un impacto sobre la educación y es necesario que como sociedad tomemos cartas en el asunto sobre lo que se nos ofrece como contenido.




   
Que la sociedad participe en los medios es democratizar los medios de comunicación y hacer eso es afirmar y labrar nuestra democracia. En la actualidad existen problemas como lo son la violencia, intolerancia, falta de respeto entre otros, pues bien, no dudemos que parte de esto lo podemos encontrar como contenido visual. De hecho la presente reflexión surge de una sincera inconformidad respecto a un anuncio que en estos días circula en la tv. Es un anuncio donde se hace promoción al internet. Soy consciente de que los fines de la tv como los anuncios son de índole comercial, es decir, te quieren vender algo. Y que al final uno decide si lo consume o no. No obstante me parece que el contenido resulta ofensivo respecto a la relación material que antepone entre un padre y un hijo.

El anuncio comienza diciendo que tu hijo aprecia bien lo que tu haz realizado por el durante toda su vida, pero todo lo que labraste hasta el día de hoy se va prácticamente al caño cuando el internet que contrataste es lento, y por ende chafa. Dado eso el niño no puede visitar las redes sociales al tiempo inmediato de  descarga. Ponderar que no se puede acceder a internet en estos días es dejar ver que nuestra vida se está mudando a la virtualidad, a esa sobre realidad que nos consume más tiempo del ocupamos para nosotros y para las personas que nos rodean. Es verdad que nuestra época se erige bajo la necesidad de la información, pero ¿hasta qué  punto toda la información a la que se puede acceder necesitamos?

No pongo en duda que el acceso a internet (y que éste no se reduce a redes sociales) sea importante, pero ¿acaso no tendríamos que administrarnos el uso de internet?, así como administramos la ingesta de alimentos, ya que, no es bueno que constantemente estemos alimentando a nuestro cuerpo porque esto trae consecuencias graves. Recordemos las letras chiquitas de los anuncios de cerveza “el abuso de este producto puede causar daños”.

Regresando al punto que dio paso a esto, me parece que la armonía familiar no reside en lo que materialmente se tenga en un hogar sino en la forma en cómo se convive; y la convivencia no necesita un intermediario (como lo puede ser una computadora, una televisión, un celular), basta con la presencia de las personas para practicarla y perfeccionarla. La relación padre hijo no radica en todo lo que se le pueda sacar a los padres como si se tratará de un jugo sino en cómo aprehendemos a  apreciar  lo que nuestros padres nos obsequian para disfrutar de nuestra vida.




Si damos cabida a la relación que pinta el anuncio de televisión, aceptaremos pasivamente que lo material se pondera sobre las relaciones amorosas, donde no existe un límite de satisfacibilidad, es decir, nunca estaremos satisfechos con lo que se nos da, al contrario potencializaremos una exigencia de querer más cada vez que aparezca una oferta nueva. Ello implicaría adecuarse a una conducta que responde a los fines consumistas del capitalismo. Lo anterior tiene que ver con el hecho de estar a las expectativas de la novedad y una vez adquirida desechamos inmediatamente lo pasado, ya que, se vuelve obsoleto y por ende, inservible antes las nuevas necesidades imperantes del mercado consumista. Para ilustrar lo que acabo de escribir basta observar la evolución rapidísima que ha tenido el celular. El celular surgió para ser un instrumento de comunicación instantánea vía telefónica con otras personas, después los mensajes de texto fueron introducidos como otra necesidad y ahora poseemos televisión e internet para hacer más “exitosa” la comunicación y en diferentes medios.

Recapitulando un poco, si la televisión convive con nosotros, tenemos que ponerle reglas, así como cuando nuestros padres nos emiten el juicio de que en todo lugar existen reglas y hay que ajustarse a ellas a fin de disfrutar y permanecer en el espacio en el que nos encontramos. Así pues, siendo conscientes de lo que vemos y de lo que permitimos que vean nuestros hijos así como los demás integrantes de nuestra casa podremos educarnos en la recepción de los medios de información para conocer el mundo. Cabe agregar que los filtros de información comienzan desde la casa, así como los valores. Por lo tanto, la casa se sigue manteniendo como la solidificación de la célula más importante que da vida a nuestras sociedades.


Así pues, este ejercicio filosófico es una invitación a tomar en cuenta una de las cosas que se viven a diario en millones de hogares y que a primera vista no resulta cualquier cosa sino una de las más importantes. Con esto quiero decir que la filosofía no sólo se dedica a pensar cosas que parece que están fuera de la mente de las personas “comunes” sino que inca sus esfuerzos por comprender lo que tenemos como realidad para orientar nuestros pensamientos y, por ende, nuestras prácticas cotidianas.