En filosofía como muchos creen,
la reflexión no es un pensar las cosas profundas a tal punto de que solamente
un grupo selecto (casi de iniciación diríamos) pueden entender. Todo lo contrario
la filosofía trata de comprender lo que nos rodea. Y en esa realidad
circundante nos encontramos en diferentes formas de aprehensión de la realidad,
a si mismo existen diferentes medios por
los cuales obtenemos conocimiento del mundo. Podemos nombrar a los sentidos, la
educación materna, el lenguaje, entre otros.
Un medio de información que nos proporciona conocimiento del mundo es
la televisión. La televisión querámoslo o no, aceptémoslo o no forma parte de
nuestro modo de vida y dado lo anterior la televisión tiene una gran influencia
sobre nosotros. Las presentes generaciones nacen con la televisión en las
casas, forma parte de la geografía de la casa. En algunos hogares tiene la
misma importancia que el refrigerador, la estufa o el microondas.
Siendo un medio de información
que forma parte de nuestra vida es necesario tomar una considerable distancia
para saber qué es lo que ha hecho la televisión con nosotros, o más bien, qué
significado tiene la televisión para nosotros. Es necesario indagar sobre lo
que resulta de la televisión, ya que, al ser parte de nuestra vida, tiene un
impacto sobre la educación y es necesario que como sociedad tomemos cartas en
el asunto sobre lo que se nos ofrece como contenido.
Que la sociedad participe en los
medios es democratizar los medios de comunicación y hacer eso es afirmar y
labrar nuestra democracia. En la actualidad existen problemas como lo son la
violencia, intolerancia, falta de respeto entre otros, pues bien, no dudemos
que parte de esto lo podemos encontrar como contenido visual. De hecho la
presente reflexión surge de una sincera inconformidad respecto a un anuncio que
en estos días circula en la tv. Es un anuncio donde se hace promoción al
internet. Soy consciente de que los fines de la tv como los anuncios son de
índole comercial, es decir, te quieren vender algo. Y que al final uno decide
si lo consume o no. No obstante me parece que el contenido resulta ofensivo
respecto a la relación material que antepone entre un padre y un hijo.
El anuncio comienza diciendo que
tu hijo aprecia bien lo que tu haz realizado por el durante toda su vida, pero
todo lo que labraste hasta el día de hoy se va prácticamente al caño cuando el
internet que contrataste es lento, y por ende chafa. Dado eso el niño no puede
visitar las redes sociales al tiempo inmediato de descarga. Ponderar que no se puede acceder a
internet en estos días es dejar ver que nuestra vida se está mudando a la
virtualidad, a esa sobre realidad que nos consume más tiempo del ocupamos para
nosotros y para las personas que nos rodean. Es verdad que nuestra época se
erige bajo la necesidad de la información, pero ¿hasta qué punto toda la información a la que se puede
acceder necesitamos?
No pongo en duda que el acceso a
internet (y que éste no se reduce a redes sociales) sea importante, pero ¿acaso
no tendríamos que administrarnos el uso de internet?, así como administramos la
ingesta de alimentos, ya que, no es bueno que constantemente estemos
alimentando a nuestro cuerpo porque esto trae consecuencias graves. Recordemos
las letras chiquitas de los anuncios de cerveza “el abuso de este producto
puede causar daños”.
Regresando al punto que dio paso
a esto, me parece que la armonía familiar no reside en lo que materialmente se
tenga en un hogar sino en la forma en cómo se convive; y la convivencia no
necesita un intermediario (como lo puede ser una computadora, una televisión,
un celular), basta con la presencia de las personas para practicarla y
perfeccionarla. La relación padre hijo no radica en todo lo que se le pueda
sacar a los padres como si se tratará de un jugo sino en cómo aprehendemos
a apreciar lo que nuestros padres nos obsequian para
disfrutar de nuestra vida.
Si damos cabida a la relación que
pinta el anuncio de televisión, aceptaremos pasivamente que lo material se
pondera sobre las relaciones amorosas, donde no existe un límite de
satisfacibilidad, es decir, nunca estaremos satisfechos con lo que se nos da,
al contrario potencializaremos una exigencia de querer más cada vez que aparezca
una oferta nueva. Ello implicaría adecuarse a una conducta que responde a los fines
consumistas del capitalismo. Lo anterior tiene que ver con el hecho de estar a
las expectativas de la novedad y una vez adquirida desechamos inmediatamente lo
pasado, ya que, se vuelve obsoleto y por ende, inservible antes las nuevas
necesidades imperantes del mercado consumista. Para ilustrar lo que acabo de
escribir basta observar la evolución rapidísima que ha tenido el celular. El
celular surgió para ser un instrumento de comunicación instantánea vía
telefónica con otras personas, después los mensajes de texto fueron
introducidos como otra necesidad y ahora poseemos televisión e internet para
hacer más “exitosa” la comunicación y en diferentes medios.
Recapitulando un poco, si la
televisión convive con nosotros, tenemos que ponerle reglas, así como cuando
nuestros padres nos emiten el juicio de que en todo lugar existen reglas y hay
que ajustarse a ellas a fin de disfrutar y permanecer en el espacio en el que
nos encontramos. Así pues, siendo conscientes de lo que vemos y de lo que
permitimos que vean nuestros hijos así como los demás integrantes de nuestra
casa podremos educarnos en la recepción de los medios de información para
conocer el mundo. Cabe agregar que los filtros de información comienzan desde
la casa, así como los valores. Por lo tanto, la casa se sigue manteniendo como
la solidificación de la célula más importante que da vida a nuestras
sociedades.
Así pues, este ejercicio
filosófico es una invitación a tomar en cuenta una de las cosas que se viven a
diario en millones de hogares y que a primera vista no resulta cualquier cosa
sino una de las más importantes. Con esto quiero decir que la filosofía no sólo
se dedica a pensar cosas que parece que están fuera de la mente de las personas
“comunes” sino que inca sus esfuerzos por comprender lo que tenemos como
realidad para orientar nuestros pensamientos y, por ende, nuestras prácticas
cotidianas.