martes, 29 de mayo de 2012


Sobre la educación

Para mi maestro :  
José Antonio Hernanz Moral
I
Jaeger comenta en su monumental y erudito texto Paideia que todo pueblo cuando alcanza cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación[1]. Sobre esto no cabe la menor duda, que para la conservación de la sociedad la trasmisión de conocimientos y de los valores por los que se rige dicha comunidad es tarea necesaria. Al final lo que caracteriza a un pueblo es la forma en cómo fija los medios y los fines para llevar a cabo eso que se ha nombrado educación.

La educación como hemos visto anteriormente tiene un fin claro: la trasmisión de los conocimientos de la sociedad para su conservación y, posteriormente, el perfeccionamiento por medio de la misma. Pero, ¿De qué depende la educación? La educación es partícipe de la vida y ayuda a ésta para su desenvolvimiento. Obviamente, hablamos de la vida que se da en una sociedad, como aquella que busca estructurarse y cimentarse sobre las generaciones por venir. Y es ahí donde la educación cumple su destino, en tanto, desarrollo de la  estructuración corporal y espiritual de la sociedad. Y puesto que el desarrollo social depende de la conciencia de los valores que rigen la vida humana, la historia de la educación se halla esencialmente condicionada por el cambio de los valores válidos para cada sociedad[2].

Entonces, tenemos que si queremos entender el carácter de un pueblo tenemos que recurrir, por lo menos, por la educación que se practica. Puesto que la educación que se lleva a cabo  pone en juego el repertorio de conocimientos y valores que la sociedad ha dispuesto como saber. Recordando  un poco a Ortega y Gasset[3] una época se distingue por el repertorio de creencias en las que está y que en ellas encuentra su autentica forma de vérselas con el mundo y con ellos mismos, puesto que, las creencias son esencialmente las convicciones que posee un pueblo[4]. Sobre lo anterior se derivan otros cuestionamientos de igual importancia como: ¿la formación de la sociedad en todas sus dimensiones es tarea de la educación? ¿La educación sólo es la reproducción de las creencias de la sociedad? ¿Qué idea de hombre subyace a la educación que se practica? ¿A quienes encargamos la educación?

Y es sobre la última cuestión en donde quiero poner mayor atención y subrayar la pertinencia de este escrito.   Sí como hemos señalado anteriormente la educación es uno de los pilares para que se sostenga la sociedad ¿a quién le encargamos dicha enmienda? La familia hace su parte con sus propios integrantes, pero eso no basta para asegurar una estabilidad social que garantice la formación ciudadana, se vuelve necesaria –al parecer- la educación como institución. La institucionalización establece, por lo menos, otro tipo de práctica vital que resulta en otro tipo de relaciones humanas tales como la del educador-educando.


II
En la antigüedad, la tarea de la educación era solventada por los poetas, basta recordar los nombres de Homero y Hesíodo para referirnos a las primeras referencias de la cultura griega. Homero es, particularmente, el formador de la cultura griega puesto que en sus epopeyas deja ver el rasgo esencial que perseguirá la paideia griega: la  areté. La areté designa, de acuerdo  con la modalidad de pensamiento  de los tiempos primitivos, la fuerza y la destreza de los guerreros  o de los luchadores, y ante todo el valor heroico considerado no en nuestro sentido de la acción moral y separada de la fuerza, sino íntimamente unido[5]. Es pues la trasmisión de esta areté el ideal de la cultura griega a través de la educación. La aparición de la filosofía proyecta  un ethos que chocará con el ideal del ciudadano planteado por la visión homérica y será el Sócrates platónico el que resultará como paradigma del ciudadano heleno además de que él se encargará de educar a la sociedad. El filosofo distingue el sendero de la episteme del de la doxa  logra contemplar la verdad y puede comunicarla a sus conciudadanos por un eros intrínseco[6].

Es pues, desde ese modo de ver platónico, el filósofo el que tiene la tarea de la educación, pues es él el que puede acceder al mundo de las ideas. La posición que tuvo el filósofo en la educación está muy lejos de ser también en la actualidad algo semejante. La educación es ahora asunto de pedagogos y uno que otro entrometido psicólogo, la filosofía ha dejado de tener una incidencia notable en los procesos educativos que se viven claramente. Ahora bien, sí se quiere ir más profundo sobre quién educa tal parece que ni el pedagogo figura en tal tarea, puesto que en los nuevos modelos de enseñanza la idea de docente ha dejado de tener peso, ahora lo sustituye el facilitador, el orientador de los conocimientos que el educando debe ir generando de manera autónoma, tal parece que el maestro es un observador del proceso de aprendizaje que tiene que reducir su trabajo a bitácoras y planeaciones[7].

Con lo anterior no hemos contestado a la pregunta que ha dado pie a este apartado, de ¿quien debe educar? Me parece que la tarea de la educación no depende de un solo individuo cómo sí este fuera el único que pudiera cumplir con dicha enmienda. Pero para nombrar quienes pueden educar me parece necesario reafirmar la función del maestro en la educación, pero ojo no sólo debemos ocuparnos en la tarea del maestro como sí este actuara sólo y se dirigiera al mundo por sí mismo sino que también hay que poner en gran medida la vista en quienes son los que se están educando, puesto que son los educandos al final de cuentas los que serán el reflejo de la educación. No hay que dejar sólo al maestro sino hay que acompañarle en la tarea de la educación para ello es necesario que la educación no sea asunto de escuelas, universidades, institutos, etc., sino que la educación se convierta en algo que competa a toda la sociedad.

De ahí que la familia debe ser un estimulante más de la educación, para un mejor desarrollo de la sociedad y porque no de la familia también. Las demás instituciones deben dar cuenta de la importancia que tienen a partir de los frutos que en ellas se cosechan, por ejemplo en el sector salud no basta con curar las enfermedades sino en crear una cultura de la prevención. A partir de esto podemos generar mejores condiciones de desarrollo para nuestra sociedad. Es pues tarea de todos: la educación pero en especial de filósofos. De filósofos porque son estos los que hacen del saber el espacio común de las demás disciplinas. Los filósofos son los únicos que discuten el status que se le da al saber para poder legitimar cualquier práctica.

Quizá alguien pueda objetar que lo que de veras importa es crear cosas útiles y no en pensar sí lo que se utiliza está legitimado por algún saber, el chiste es que funcione y ya. Puede que la pragmática del individuo pesa más en una sociedad ligada a una lógica del consumo, pero habría que pensar sí esta lógica es la única que debe prevalecer sobre las demás practicas y demás sociedades. Pensar sobre el saber y las prácticas que se dan en la actualidad no es descubrir el agua tibia sino dar con el lazo social que hoy en día acontece como utilidad o como necesidad.  Y sólo en el escudriño de esa instancia podemos otorgarle sentido a la existencia en tanto posibilidad, y en tanto proyecto.

Y es ahí donde la filosofía tiene vigencia. En la discusión  sobre la legitimación de saber que desemboca en prácticas vitales podemos ver el repertorio de convicciones que mueven hoy en día a la sociedad[8]y ,por supuesto, la educación que proyecta. Y sólo en ese sentido podríamos ver la utilidad o inutilidad de la filosofía para la educación. Mientras tanto el espacio debe quedar abierto para el diálogo de los distintos saberes. Ahora la pregunta que salta es ¿sí todo pueblo está destinado a educarse, qué tipo de pueblo o qué pueblo somos?



[1] Ver Jaeger, Werner. Paideia: los ideales de la cultura griega. F.C.E. México. 200 pág. 3
[2] Ídem, pág. 4
[3] Cfr. Ortega y Gasset, José. Historia como sistema. Editorial Espasa-Calpe. Madrid 1971 pág. 9
[4] Cebe aclarar que aquí trato de hacer una analogía que procure establecer un vínculo con lo que se viene tratando  como educación con  el concepto de creencia en Ortega. La intención es subrayar que el propósito de la educación esta mediado por el reflejo de las convicciones que posee una época o un pueblo.
[5] Ver Jaeger, Werner. Paideia: los ideales de la cultura griega. F.C.E. México. 200 pág. 22

[6] Véase Eugenio Trías: El artista y la ciudad. Trías rememora a Platón sobre el destino del filósofo-rey que es la creación del estado perfecto a partir de la contemplación de la belleza. Engendrar o parir bellos discursos o pensamientos, pero así mismo bellas normas y bellas leyes, bellos hijos, bellas ciudades, bellos saberes. El filósofo que replantea Trías a partir de Platón no es aquel que se queda absorto en la contemplación de las ideas sino que desciende del topus uranos para convertirse en el artista que hace mayéutica con la ciudad en tanto que  atrae la luz a esta. Lo que motiva al filósofo a regresar a sacar de la caverna a sus conciudadanos es el amor.
[7] Incluso los planes educativos ya no son cosa única de pedagogos sino que ahora los que intervienen en la creación de esos planes son economistas. Ahora la economía es la que dicta las pautas de la educación.
[8] Tenemos que dar necesariamente con la legitimación puesto que toda práctica vital va ligada a una idea de verdad, y sobre ello descansa el hecho de hacer o no hacer las cosas. Cabe mencionar que existen prácticas como el arte que no estén fundadas sobre el criterio de verdad, pero al arte corresponder el criterio del gusto, y sobre ello no hay disputa como dice el dictum latino: de gustibus non disputatum est, puesto que el gusto es la afirmación de una preferencia y sobre esa preferencia recae la legitimación del porqué hacer arte.