lunes, 23 de febrero de 2009

Hoy fue un día plegado de imagenes, letras y mucho de Pink Floyd.
Hoy alimente a mis oídos, a mis ojos y a mi cuerpo, la letras tuvieron que ver mucho en lo último, puesto que me sentí bastante ligero, pues parecía que había encontrado la veta para trabajar la noción de tiempo presente como acción. Y por fin dejar de andar vagando en autores que cada vez me es difícil separarme de ellos, son tantos que ya he perdido el camino que empecé a recorrer con la noción de tiempo. Heidegger, Spengler, Bachelard, Plotino, Feuerbach, Bergson, Zubiri, Ortega y Julian Marías. Al final de la lectura de cada uno, el otro propiciaba al otro y así
sucesivamente, pero en fin no llegaba a algún lugar, sí es que hay que llegar a uno.
El caso es que cuando me di cuenta de mi ligereza corporal afirmaba de un modo que la filosofía - entendiéndola como meramente pensamiento- ya no me servía, ahora hay que sentir desde la corporaleidad, pero es meramente -creo- Hermenéutica. Ya no hay vaso si no sólo agua que busca su propio cause.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Mitología

Las estrellas nacen siempre eternas,
es el tiempo que las va matando
en la cóncava necedad del ayer,
es el incienso que se va quemando
en los despojos de sales y olvido.
Tú naciste del agua cenicienta
firme como la tierra.
Naces igual que el viento
y esta mirada nueva que te busca.
Tus piernas de marfil, al paso,
van tejiendo la mortaja
para cada beso embadurnado
que se me muere en la boca.
Lejos, lejos, lejos,
me siento en las ojeras
de un adiós anticipado…
es tan fácil que te carguen muerto.

Tanto olvido nos enseña el tiempo
(santo, santo, santo)
y nos siguen cargando los nuestros.
¡Salve Locura en esta tarde del mar!
Lo siento. Me gana el peso de tu cuerpo
como un puñado de luces tercas, igual,
como esta máscara anémica del verso.

Del agua naciste como del pasto,
como los capullos del cielo,
del agua de mi llanto,
de cada nota marchita,
de esta tinta que se cae a pedazos.

De mares y de mares
mi voz llega siempre tarde.
Alquimia de la rosa incauta
me dibuja la lengua el lunar
atrincherado al pie de tus labios…
peces de mármol rosa,
perfidia del otoño y su espanto.
Otoñal naciste, del agua otoñal.
Mis párpados caen de a uno
secos como el espejo.
Mis manos, mi boca, mis ojos,
no tengo costillas fértiles
por eso van a la tierra
sin el fruto de tu cuerpo,
no tengo ni un día en el bolsillo
por eso camino con la misma estatua
halitosa y mugrienta… tanto olvido nos enseña el tiempo.

A callar, a remar,
a lamerme los instantes
con los alcoholes de un cristo
que se corta las manos buscando entierro.

Tanta lejanía se te ató al cuerpo
(tanto humo, tanto buitre, ¿qué es un huerto?).
Dormías despacio en vasijas de suerte
a la sombra de un árbol.
Del vientre del árbol saliste,
de la tierra y del agua
que son la misma dinastía que el canto.
¡Ay del que no canta ni un sorbo de sueño!

Costillas muertas, secas costillas,
ni un ojo me queda ni un Caín ni un dios;
una taza de abrojo en ayunas
me bebo cada cinco besos muertos.
Salta la luna a que la bese el río…
cada luna tiene su río, como tu lunar,
las estrías del cuento me soban la cara
como una memoria que se perfuma de piel
(la filia del beso que es tu piel),
ensayo un te quiero y le prendo fuego a mi cama.

¡A bailar! Nodriza del agua,
yo no canto mis sueños sino mis duelos,
marisma del tiempo breve
en que tus océanos llenaron el mundo.
Eras el agua que toma cuerpo
y se estira al cielo como aire profundo.
Toca la campana arisca del velo.

Cernía un canto a la nada
(la nada que besa con odio de sicario)
para sobornar la angustia
que se maquilla de insufrible engaño.
Como acude el sueño a la luna
para derretirse cual fino injerto,
acudió el agua a tu cuerpo,
la tierra y mis ojos pálidos de verdor.
Acudió el sonar de tristes cuentos
y me perdí el final
tan libre siempre como tus cabellos…
El principio no era el verso.